Ante la pandemia del coronavirus enfrentamos infinidad de problemas, pero quizás los mayores son la amenaza del virus, la respuesta sanitaria, la crisis económica producto de la paralización y, en particular, el confinamiento preventivo. Dos meses en estas condiciones es mucho y no se sabe cuánto falta, no se sabe muchas cosas. La incertidumbre genera angustia, y hay que reducir la angustia hasta donde uno pueda.
Si hay algo que las personas necesitan para lograr cierta tranquilidad es certeza, aunque sea alguito. Ante esta pandemia del coronavirus hay muchas interrogantes, algunas tienen respuestas precisas, otras imprecisas o para otras, no hay respuesta. Una de estas últimas tiene que ver con los tiempos.
¿Hasta cuándo durará esta situación? Un aspecto de la respuesta tiene que ver con el confinamiento, la cotidianidad alterada, los tiempos mermados, la paralización. Otra respuesta es respecto a la epidemia en sí. La humanidad ha podido controlar a todos los virus y bacterias, con el coronavirus no tendría por qué ser diferente. Lo que ocurre es que la pandemia está en pleno desarrollo y nadie sabe hasta cuándo.
“Después del confinamiento ya nada será igual”, se oye. En efecto, nada hoy es igual que ayer, ni lo será mañana o después. Habremos cambiado por ley natural. El mundo también habrá cambiado en muchos aspectos. Más, después de esta inédita, y podríamos decir, traumática experiencia.
Después del confinamiento habremos cambiado nosotros. En un principio percibiremos distinto ese espacio que es la calle, la gente, el movimiento, los tiempos, la relación con nosotros mismos y con los otros. Algunos de los comportamientos que hemos desarrollado quizás permanezcan, otros tendrán que desaparecer. Es posible que hayamos cambiando en lo moral, en los valores. No necesariamente para mejor, ojalá. Esperemos a ver. Eso forma parte de la incertidumbre post pandemia.
Por lo pronto, es mejor no generar ni crearnos expectativas con respecto a la vuelta a la normalidad, ni cuándo, ni cómo. Lo que pensemos ahora pudiera estar más preñado de deseos que de conocimiento de la realidad, y eso aumenta las posibilidades de frustración. En estos momentos tan llenos de “quién sabe”, mejor ir piano piano (suena mejor que decir lento).
Ningún gobierno, ninguna institución puede afirmar cuándo terminará el confinamiento, cuándo controlará la epidemia. Hacerlo sería una irresponsabilidad dada la magnitud de la pandemia y la complejidad del virus. Por eso, las extensiones de estados de alarma o cuarentenas que se anuncian oficialmente son por pocas semanas que sumadas podrían ser muchas. Nadie sabe cuántas.
Para tener idea del soberano problema en que estamos, en el país, en el mundo, en lo personal hay que tener claro que la pandemia se controlará cuando no haya más contagios, se disponga de una vacuna y de recursos para el tratamiento no se sabe cuándo será por más esfuerzo que la ciencia, la tecnología y las autoridades sanitarias y políticas estén haciendo. Nadie, en ningún sitio, estaba preparado para enfrentar este problema.
Por ahora, las medidas más eficaces son el cumplimiento de cada quien de las medidas de prevención y el confinamiento. Ambas exigencias tiene sus limites. El primero depende de cada quien, de su compromiso y posibilidades y el segundo es difícil mantener en el tiempo por las implicaciones sociales que tiene. Una sola persona que siga infectada, aun sin síntomas, podría desencadenar una nueva ola de la pandemia y esto se hace el cuento de nunca acabar.
Esa incertidumbre con respecto a cuánto nos queda de confinamiento o cuándo recuperaremos la normalidad, exige que cada uno de nosotros se prepare. “¿Nos preparemos? ¿Cómo? Si no sabemos a qué?”. Es una pregunta lógica. Por lo pronto, tomemos conciencia de la realidad, comprensión de la magnitud del problema que enfrentamos con el coronavirus, llenémonos de paciencia, tolerancia, respeto, colaboración y solidaridad. No hacerlo o hacer lo contrario es ir en contra de nosotros mismos.
Algo clave en estos tiempos, y también para cuando sean mejores, son los gestos de afecto: las gentilezas con nosotros mismos y con quienes nos importan, estén cerca o lejos. Tengámoslo muy presente.
Esa incertidumbre con respecto a cuánto nos queda de confinamiento o cuándo recuperaremos la normalidad, exige que cada uno de nosotros se prepare. “¿Nos preparemos? ¿Cómo? Si no sabemos a qué?”. Es una pregunta lógica. Por lo pronto, tomemos conciencia de la realidad, comprensión de la magnitud del problema que enfrentamos con el coronavirus, llenémonos de paciencia, tolerancia, respeto, colaboración y solidaridad. No hacerlo o hacer lo contrario es ir en contra de nosotros mismos
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