Fue una linda imagen mientras duró. Pero duró poco. La “grieta” política que suele dividir a la Argentina pareció desaparecer ante el avance del coronavirus. Pero fue cuestión de que se presentara una oportunidad para que resurgiera con fuerza. Y acaso eso sea lo mejor para el país: ante la falta de instituciones de vigilancia, el encono de los ciudadanos podría ser lo necesario para oponer resistencia a los excesos del poder.
El término de “la grieta” se acuñó hace unos años para explicar la distancia que separaba a millones de argentinos. Comenzó para distinguir a quienes estaban a favor o en contra del kirchnerismo, pero con el correr del tiempo se expandió a algo más profundo, más ideológico, más inasible, pero presente: se traduce en disenso.
Ahora, ante el letargo de los otros poderes del Estado argentino y las instituciones de control y vigilancia, acaso deban ser los ciudadanos “agrietados” quienes presionen y exijan transparencia a los funcionarios públicos de todos los partidos políticos. La polarización, tan nociva y poco constructiva en la historia argentina, acaso sea ahora un mal necesario.
En tiempos excepcionales, los espacios para la corrupción se deben cerrar, y a falta de organismos que lo hagan, los ciudadanos debemos ser ese filtro al poder: aunque unidos ante la crisis, permanecer con un enfado crítico.
En muchos países se ha advertido de los peligros de emergencias como la que vivimos hoy: gobiernos que ensanchan sus poderes, ciudadanos atemorizados que admitimos más restricciones a nuestras garantías individuales (ya sea por afinidad al gobierno de turno o por temor a la COVID-19) y contrapesos escasos. “A medida que la gente se pone más temerosa y desesperada”, dice el pensador israelí Yuval Noah Harari, “puede sentirse tentada a confiar en líderes autocráticos”.
Ese es un peligro también en la Argentina, donde crisis anteriores sirvieron de escenario propicio para corruptelas y erosión democrática. Eso no puede suceder de nuevo.
La tregua temporal comenzó de la mano del presidente. Alberto Fernández tomó decisiones correctas en consenso con gobernadores e intendentes de su partido y opositores, y a partir de las opiniones de infectólogos y epidemiólogos antes de fijar su posición. Todo parecía marchar bien. O, al menos, de manera armoniosa. El expresidente Mauricio Macri llamó a su sucesor para expresarle su respaldo, mientras que la figura polarizante de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha permanecido fuera de escena.
La tregua temporal comenzó de la mano del presidente. Alberto Fernández tomó decisiones correctas en consenso con gobernadores e intendentes de su partido y opositores, y a partir de las opiniones de infectólogos y epidemiólogos antes de fijar su posición. Todo parecía marchar bien. O, al menos, de manera armoniosa. El expresidente Mauricio Macri llamó a su sucesor para expresarle su respaldo, mientras que la figura polarizante de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha permanecido fuera de escena.
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