No cabe duda que Juan Guaidó, y por extensión la Asamblea Nacional y la oposición venezolana, han salido fortalecidos tras la exitosa gira. Ahora la natural expectativa, tras el regreso, recae sobre la estrategia que se vaya a desplegar y la/s propuesta/s que traiga Juan Guaido en su maleta de viajero.
Haciendo una lectura sesgada –en política, todos leemos así– y queriendo entresacar de sus palabras algo más concreto en cuanto a estrategia, resalto y comento dos ideas de su primer mensaje. La primera es que, en su criterio “…la solución de fondo a la crisis pasa por verdaderas elecciones presidenciales libres”. De acuerdo con este objetivo estratégico: elecciones presidenciales libres; pero, ¿Significa esto una toma de posición definitiva en cuanto a no participar en las elecciones parlamentarias?, espero que no; falta ver como se desarrollara esa idea, porque las elecciones parlamentarias se van a dar.
Probablemente se llevaran a cabo de manera anticipada y el régimen contara con la participación de sus aliados de la “mesita” y serán organizadas por un CNE designado por el TSJ, para estimular aún más la abstención opositora. Pero es un hecho innegable que ese proceso electoral lo tenemos encima y sabemos que –independientemente de su capacidad “trampeadora”– el régimen ya ha organizado dos procesos electorales –para elegir su ANC y las presidenciales de 2018– y “aplica” de facto los resultados de esos procesos, ¿Qué le hace pensar a algunos que no lo va a hacer ahora con las elecciones parlamentarias? Si les dejamos el camino libre de toda resistencia obviamente el resultado será una victoria “aplastante” de la dictadura, con algunas curules que dejaran para sus aliados de la “mesita”, para guardar apariencias.
La oposición no reconocerá ese proceso y seguramente tampoco lo hará la “comunidad internacional”, por las mismas razones por las que no reconocieron las irritas e ilegales elecciones de la ANC y el proceso del 20 de mayo de 2018. Pero eso tendrá otras consecuencias; ya no tendremos un “Juan Guaidó” –o como quiera que se llame– ni un nuevo presidente opositor de la AN; en consecuencia, tampoco habrá un “presidente encargado”, ni embajadores de ese presidente encargado en los países que lo reconocieron, ni quedarán vestigios de la única institución democrática e independiente del país, la AN, a la que pueda apoyar la comunidad internacional. Eventualmente algunos países buscaran reconocer algún sector opositor, ¿Pero cuál? Quedaremos así a la deriva. ¿Es ese el resultado político que esperamos?
La segunda idea que quiero destacar y que enfatizó el presidente Guaidó es que “… frente a una dictadura… no hay espacio para codazos… no hay espacio para desunión… llamo a todos los líderes políticos…a la unión”. Esta idea es fundamental para una estrategia opositora –unidad, no uniformidad– y con ese propósito el presidente Guaidó se coloca por encima de cualquier disputa innecesaria. Y esto es muy importante porque, si bien la oposición luce hoy más fuerte que los últimos meses de 2019, el régimen, por diversas causas –disputas internas, falta de políticas y propuestas opositoras a la población y el apoyo de la FANB– no aparece aún muy “debilitado”. Y este punto merece una reflexión adicional.
Vamos a estar claros, contar con apoyo externo es muy importante; pero, hasta el momento, las medidas o sanciones que ha impuesto la comunidad internacional no han funcionado para acorralar al régimen y obligarlo a sentarse a negociar de manera seria y efectiva. Y no han funcionado porque: uno, no han sido suficientemente fuertes y extendidas y dos, porque este régimen es totalmente indolente e indiferente a la suerte que corramos los venezolanos. No les importa, porque ellos viven en su particular “burbuja” de corrupción y buena vida y les tienen sin cuidado las penurias del pueblo venezolano. Su única preocupación es sostenerse en el poder para mantener funcionando el enorme aparato de corrupción de donde derivan sus recursos, nivel de vida y mantener unas apariencias a nivel internacional; y para lograrlo, mienten sobre la situación del país, mientras intensifican la represión y el control de la población y la oposición.
La llegada del presidente Guaido y su recibimiento en Maiquetía por las hordas violentas del régimen son una demostración de lo anterior y un preludio de lo que será la estrategia del régimen de ahora en adelante: continuarán acosándolo, impidiendo violentamente su desempeño por el país, agrediendo las manifestaciones de oposición con sus colectivos violentos y agavillados, protegidos por la GNB y la PNB, que ya ni siquiera quieren hacer el sucio trabajo represivo y por eso el régimen envía a sus “colectivos violentos” a desarrollar la política de terror que sabemos que conocen muy bien, buscando que el pueblo se atemorice por la violencia, hasta que se inhiba de participar o reaccione a la provocación, lo que les permita pasar a otra etapa de la represión.
No se trata de renunciar a la capacidad o fuerza interna de la oposición, por temor, que es lo que persigue el régimen; pero sí de reconocer que, en materia política, nos enfrentamos a un régimen que tiene el poder de hecho, la fuerza para mantenerlo y la falta de escrúpulos para utilizarla. No obstante, es de destacar que habiendo Guaidó burlado por segunda vez la prohibición de salida del país y regresando por Maiquetía a plena luz del día, el régimen no se atrevió a detenerlo y apresarlo, señal de su debilitamiento y el temor que tiene a la repercusión de este hecho y a la reacción internacional ante el mismo.
Por lo tanto, las acuciantes preguntas que nos debemos responder son: ¿Cómo aumentar el costo político de esta represión, el costo político de la omisión y desidia del régimen en resolver los graves problemas del país? ¿Cómo romper la “burbuja” en que viven los jerarcas del régimen para obligarlos a negociar una salida democrática a la crisis en que vivimos? ¿Con que fuerza interna o externa se logra acorralar al régimen para que acceda a buscar una salida?
Cerremos con una frase de Vargas Llosa en un artículo periodístico: “… lo que mantiene viva a una sociedad y la hace progresar no son el ditirambo y la adulación sino el espíritu pugnaz y la actitud indómita, es decir, el cuestionamiento constante de sus instituciones y costumbres por sus intelectuales y dirigentes políticos.” (España en el Escaparate, El País, 02/02/2020)
Por lo tanto, las acuciantes preguntas que nos debemos responder son: ¿Cómo aumentar el costo político de esta represión, el costo político de la omisión y desidia del régimen en resolver los graves problemas del país? ¿Cómo romper la “burbuja” en que viven los jerarcas del régimen para obligarlos a negociar una salida democrática a la crisis en que vivimos? ¿Con que fuerza interna o externa se logra acorralar al régimen para que acceda a buscar una salida?
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