Dos cosas impresionan del inesperado periplo que ha iniciado el presidente Guaidó por el exterior: el hermetismo que rodeó su partida y la apoteosis de su recibimiento en la primera estación que llevó a cabo. Salió por estrecho postigo para entrar después por puerta grande.
La silenciosa salida da cuenta de cómo está aprendiendo a superarse en el manejo de sus asuntos. Si es cierto que ni siquiera los miembros cercanos de su entorno estaban enterados del viaje, estamos ante una hazaña en un país habituado al chismorreo o ávido de nadar en sus charcos. Preparar a puertas cerradas con siete llaves una peregrinación evitando los ojos de los íntimos, nos demuestra que entiende con mayor seriedad la magnitud de sus responsabilidades, que ya siente cabalmente que no depende de un círculo de amigos sino de lo que más convenga a la sociedad. Tal entendimiento de las responsabilidades de su función, tal alejamiento del comadreo y de los consejos innecesarios, lo hace crecer ante los ojos de la ciudadanía.
Pero también lo protege de la presión del usurpador, quien hubiera intentado por todos los medios la peregrinación al nomás enterarse. Se libró así Guaidó de medidas entorpecedoras y de discursos fastidiosos sobre el patriotismo, pero también labró la oportunidad para burlarse de la dictadura en sus propias narices. El hecho de que no se enteraran los esbirros de que su principal adversario salía al exterior para ventilar asuntos nacionales deja mal parado al usurpador y a sus servicios de inteligencia en materia de control político. Tuvo que salir por caminos verdes, es decir, por las rutas que debían vigilar con mayor diligencia los sabuesos y los milicos rojos rojitos.
¿No es un desaire de postín para el usurpador y para quienes se han dado a la tarea de reprimir cualquier manifestación de autonomía, o cualquier decisión sobre el destino de la sociedad que les incomode? El usurpador no gobierna lo que dice que gobierna, por lo tanto.
La apoteosis del recibimiento de Guaidó en Bogotá anuncia los frutos de esta despedida a la llanera. El boleto para transitar veredas y recovecos lo llevó al Palacio de Nariño, en el primer capítulo de un viaje que incluye capitales europeas en las cuales tratará temas esenciales para salir de la usurpación. Una de las primeras reuniones en tal sentido tuvo como interlocutores al presidente Duque, de Colombia, y al secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, como antesala de su participación en una cubre internacional contra el terrorismo. Si pisó zarzas antes de verlos y antes de elevar sus denuncias en la mencionada cumbre, valió con creces la pena.
Seguramente topará con espinas cuando regrese, pero quizá lo haga, para el bien del país y para nueva irrisión de los usurpadores, con el hermetismo del principio. Pero, sea como fuere, regrese en jet o en piragua, e silencio o con ruidos, volverá como triunfador ante la opinión pública por haberle trasmitido oxígeno a la causa de la libertad de Venezuela en el extranjero, que corría el riesgo de estancarse.
Editorial de El Nacional
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Seguramente topará con espinas cuando regrese, pero quizá lo haga, para el bien del país y para nueva irrisión de los usurpadores, con el hermetismo del principio. Pero, sea como fuere, regrese en jet o en piragua, e silencio o con ruidos, volverá como triunfador ante la opinión pública por haberle trasmitido oxígeno a la causa de la libertad de Venezuela en el extranjero, que corría el riesgo de estancarse
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