Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

martes, 14 de enero de 2020

Fernando Mires - DE LA SOCIEDAD DE CLASES A LA ANTI-SOCIEDAD DE MASAS

Sin entrar en el terreno de las grandes definiciones, deberíamos al menos ponernos de acuerdo en un punto; y es el siguiente: El concepto de sociedad no alude a un objeto del deseo de la sociología, ni tampoco es un sinónimo de nación, ni mucho menos se refiere al conjunto de la población de un país. El concepto de sociedad tiene que ver con la existencia de asociaciones.

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Donde no hay asociaciones no puede haber sociedad. Y si consideramos que la mayoría de las asociaciones son económicas, culturales y políticas, podemos deducir que la sociedad no puede solo ser objeto de estudio de la sociología. Por ejemplo, cuando nos referimos a las asociaciones políticas aludimos a la organización política de una nación. De ahí la importancia de precisar a cual franja de la sociedad nos estamos refiriendo, a menos que optemos por convertir a la palabra sociedad “en una dama para todo servicio”.

La sociedad es el espacio en donde las asociaciones establecen relaciones entre sí, las que pueden ser incluso, antagónicas. Es el caso de las llamadas luchas de clases. Las luchas de clases suponen una relación entre clases. Una relación negativa si se quiere, pero relación al fin.

No puede haber lucha de clases sin clases y no puede haber clases sin organizaciones de clase. Las clases existen a través de sus organizaciones (representaciones). No existiendo organizaciones de clases, no hay clases.

Ahora, si la población de un país no está organizada en clases, la población vive en estado de masa no orgánica. Luego, la masa es la población en estado social no orgánico (pre-, anti- o a-social) Las clases, en cambio, reitero, son sus propias organizaciones. No hay clase en sí ni clase para sí, como imaginaba el Marx hegeliano (“Miseria de la Filosofía”). Una clase es para sí o no es clase.

Por más aguda que sea en un momento la lucha de clases, las clases, al estar representadas por organizaciones configuran la estructura de una sociedad. Luego, cuando no hay organizaciones de clase, no solo no hay clases, tampoco hay, en sentido estricto, sociedad. Y bien, allí donde no hay sociedad están dadas las condiciones para que el Estado ocupe todos los espacios de la vida social y política. Es por eso que la masificación de “lo social” es la condición primaria de los llamados estados totalitarios (tesis de Hannah Arendt).

En una nación cuya población no está organizada en clases, la relación que establece el Estado con la población es la de Estado-masas. De ahí que Hannah Arendt al analizar al fenómeno totalitario (“The Origins of Totalitarianism”) destacó que este siempre es precedido por una alianza entre determinadas elites y la “chusma” (Mob). Así Arendt amplió conceptualmente la relación entre los movimientos sociales inorgánicos y el establecimiento de una dictadura, hecho ya destacado por Karl Marx cuando analizó el rol del “proletariado andrajoso” (Lumpenproletariat) durante la revolución frustrada de París, en 1848.

No sería quizás errado afirmar que una dictadura, totalitaria o no, suele ser precedida por movimientos de masas a los cuales hoy día denominamos populistas, aunque también debemos agregar que no todo populismo termina en una dictadura. El populismo es una forma de integración política de masas alrededor de un caudillo mesiánico (no existe movimiento populista sin caudillo populista). Por lo mismo, todo régimen populista porta consigo una ambivalencia. Por una parte integra las masas al Estado, pero por otra, destruye o bloquea a las organizaciones horizontales que conforman una sociedad.

Bajo un Estado populista, la sociedad organizada en clases tiende a desaparecer. Pero el derrumbe de la sociedad clasista no lleva a la igualdad sino a la desintegración social. Cuando la desintegración no conduce a un nuevo tipo de integración para-estatal (estalinista o fascista) y se mantiene en el tiempo, podemos utilizar el concepto acuñado por Durkheim: anomia, equivalente a una sociedad en proceso de desintegración. La llamada sociedad de masas es, por lo tanto, una forma de anti-sociedad.

Es importante destacar que la relación entre sociedad de clases y anti-sociedad de masas no sigue un curso histórico progresivo. Una sociedad de clases puede ser precedida por una anti-sociedad de masas. Pero a la inversa, una sociedad de clases puede ser destruida y llevada a convertirse en una anti-sociedad de masas.

Cabe destacar que los totalitarismos del siglo XX, sobre todo el nazi y el soviético, se erigieron sobre la base pero también sobre la negación de una sociedad clasista. La diferencia es que el nazi surgió desde un comienzo como un movimiento no clasista. En cambio, el soviético surgió como un movimiento clasista (alianza de obreros y campesinos). El punto común –sobre eso insistió Hannah Arendt- fue que ambos totalitarismos destruyeron a las organizaciones independientes de campesinos, empresarios y obreros, verticalizando al orden social e integrándolo al Estado. El totalitarismo –este es el punto clave- aparece cuando la anti-sociedad de masas es ocupada por el Estado. Esa es la razón por la cual no toda dictadura es totalitaria.

Hay pues una relación indirecta entre un orden político y un orden social. Algunos ordenes políticos favorecen el desarrollo de una sociedad estructurada en clases; otros lo inhiben. El curso de las revoluciones madres de la modernidad, la norteamericana y la francesa, así lo demuestra. Mientras la de los EE UU surgió como una revolución republicana no democrática, vale decir, con exclusión del pueblo (masas), la francesa surgió de una revolución de masas (en cierto modo fue la primera revolución populista de la historia). El camino que ambas recorrieron fue, por lo mismo, inverso. 


1 comentario:

  1. Bajo un Estado populista, la sociedad organizada en clases tiende a desaparecer. Pero el derrumbe de la sociedad clasista no lleva a la igualdad sino a la desintegración social. Cuando la desintegración no conduce a un nuevo tipo de integración para-estatal (estalinista o fascista) y se mantiene en el tiempo, podemos utilizar el concepto acuñado por Durkheim: anomia, equivalente a una sociedad en proceso de desintegración. La llamada sociedad de masas es, por lo tanto, una forma de anti-sociedad.

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