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Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

martes, 29 de octubre de 2019

Latinoamérica en ebullición: algunas reflexiones sobre Argentina y la región, Por Agustín Laje

Lo que se viene en la región, en este sentido, es incierto. Tal vez nos sigan molestando fundamentalmente más las formas que el fondo. (Efe)

Quisiera dedicar unas líneas a las elecciones argentinas y al nuevo contexto regional que va asomando, en las que, prometo, seré realmente más breve de lo que me gustaría, pues mi intención es simplemente animar a ciertas reflexiones.

1) En Argentina ganó nuevamente el “roban pero hacen”, donde “hacen” significa “nos hacen vivir como si no hiciera falta trabajar”. Hoy, la fiesta populista; mañana, la resaca de esa curiosa fiesta llamada “fiesta de la democracia” (el eslogan más repetido, por todos, durante la jornada electiva), en la que los invitados son obligados a concurrir bajo amenaza estatal, y en la que la “celebración” consiste en elegir entre lo malo y lo peor. Que no se malentienda: creo, como Churchill, que la democracia representativa es el peor sistema diseñado por el hombre con excepción de los demás. Pero llamar a eso “fiesta” me parece un acto de demagogia que llega a resultar asqueante.

2) Macri ciertamente se recuperó desde las PASO, pero una recuperación de casi diez puntos en muy pocas semanas no bastó para dar por tierra con la distancia consolidada por ese instrumento político que, lejos de hacer las veces de internas, como se supone que debería, funge como una gran encuesta nacional (cuál es la legitimidad actual de las PASO es algo que deberíamos preguntarnos). Así, si lo vemos en números absolutos, Macri sacó en octubre de 2019 más de un millón de votos más respecto de lo que había sacado en 2015. ¿Qué pasó entonces? Tan sencillo como la unidad del peronismo. Macri ganó hace cuatro años porque no había un peronismo, sino dos. Macri perdió en 2019 el mismo día en que Cristina Kirchner tuvo la magnífica idea de usar a Alberto Fernández como títere capaz de unificar al Partido Justicialista.

3) Garantizar la impunidad de Cristina Kirchner por conveniencia política (y eso fue precisamente lo que vivimos los últimos cuatro años), finalmente no resultó en nada más que en su regreso. La estrategia de “Cristina afuera significa un peronismo dividido” se mostró demasiado débil, y hoy no solo tenemos a Cristina “afuera”, sino adentro nuevamente de la Casa Rosada.

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4) Anoche en el búnker de Alberto Fernández pudimos ver varios personajes nefastos: Dilma, Lugo, Zapatero, entre otros. Solo faltaban los terroristas de las FARC y Maduro, y cartón lleno. En este contexto, se entiende la carga política concreta del pedido de liberación del delincuente Lula da Silva, que exclamó el nuevo presidente electo de los argentinos. Lo que vimos allí, en concreto, fue la conducción del Grupo de Puebla, la nueva cara del Foro de Sao Paulo, que se ha propuesto un retorno del populismo de izquierda a la región. Por ello, el primer viaje de Fernández será a México, precisamente donde el Grupo de Puebla tiene su “cuartel general”, amparado por AMLO, que parece oficiar como el “nuevo Lula” de la región.

5) La región está cambiando aceleradamente. México gira a la izquierda. Brasil, a la derecha. Argentina, a la izquierda. Chile y Ecuador son desestabilizados. Bolivia sufre un fraude descarado que mantiene a Evo en el poder. El próximo escenario que habrá que mirar de cerca es Uruguay, donde anoche, precisamente, el hegemónico Frente Amplio no pudo lograr su sueño de ganar en primera vuelta, e irá a segunda contra Lacalle Pou, supuestamente identificado con posiciones de “centro-derecha”, lo cual, actualmente, no significa demasiado para ser francos.

6) Esto nos lleva al punto quizás más importante. Y es que si algo ha terminado por confirmarse en las últimas semanas es que el (mal) llamado “centro-derecha” de la región resultó ser más “centro” que “derecha”. Me refiero a los Piñera, a los Macri, a los Duque. En una palabra, a los tecnócratas de buenos modales, carentes de proyectos políticos y culturales significativos, temerosos de la vara moral progresista con la que medios, periodistas y faranduleros varios amenazan con juzgarlos. Aquellos, la “derechita cobarde” como la llaman con gran precisión en España, nos han dejado claro, al menos, que ser de derecha es una cosa totalmente distinta de lo que ellos tristemente han sido y hecho.

¿O no fue vergonzoso ver a un Piñera ceder ante delincuentes juveniles y conceder un paquete de medidas socialistas como forma de decir: “el Estado les dará dinero a cambio de nada, pero por favor dejen de incendiar Santiago”? ¿Y no fue vergonzoso ver a Macri estos cuatro años, desesperado por agradar, sin éxito, a un progresismo que jamás iba a votarlo, ofreciendo aborto y género al por mayor?

7) Lo que se viene en la región, en este sentido, es incierto. Tal vez nos sigan molestando fundamentalmente más las formas que el fondo, y vuelva la retórica antipopulista que, a mi juicio, es esencialmente superficial, en la medida en que su concepción del populismo es superficial y académicamente pobre. Si así son las cosas, entonces no podemos esperar mucho más que un “centro-derecha” más de centro que de derecha, en la que nos molestemos por “el líder”, “el pueblo”, “la retórica” y clamemos por la “república perdida” (en el caso en que alguna vez haya existido, claro). Así, del populismo izquierdista nos molestará más su condición de populista que su condición de izquierdista, y las ideas socialistas saldrán ilesas una vez más (¿y no fue esto precisamente lo que pasó?).

Mi esperanza, como podrán leer entre líneas, es muy otra. Y ella estriba en que estos reveses puedan descartar de una vez por todas a esa “derechita cobarde” como antítesis de una izquierda envalentonada. A la luz de ejemplos como Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos o Vox en España, no parece descabellado apostar por el surgimiento de una Nueva Derecha, aunque para ello no será necesario simplemente la incorrección política y nada más, sino un esfuerzo político e también intelectual para determinar sus contenidos específicos, su composición doctrinal, sus elementos definitorios, sus formas de ver un mundo que ya poco y nada tienen que ver con el mundo del “fin de las ideologías” que alguna vez pronosticó el gran sociólogo neoconservador Daniel Bell.

Agustín Laje es politólogo y escritor. Ha publicado entre autorías y coautorías cinco libros. Su última obra, “El libro negro de la nueva izquierda”, es best seller internacional de Amazon, que se ha impreso en una docena de países.


1 comentario:

  1. Mi esperanza, como podrán leer entre líneas, es muy otra. Y ella estriba en que estos reveses puedan descartar de una vez por todas a esa “derechita cobarde” como antítesis de una izquierda envalentonada. A la luz de ejemplos como Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos o Vox en España, no parece descabellado apostar por el surgimiento de una Nueva Derecha, aunque para ello no será necesario simplemente la incorrección política y nada más, sino un esfuerzo político e también intelectual para determinar sus contenidos específicos, su composición doctrinal, sus elementos definitorios, sus formas de ver un mundo que ya poco y nada tienen que ver con el mundo del “fin de las ideologías” que alguna vez pronosticó el gran sociólogo neoconservador Daniel Bell

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