Otro a quien se le ocurrió venir a joder a nuestros vecinos por los lado de playa Macuto, fue a Juan David Nau, alias “El Olonés” cuando un mes de junio de 1666 le dio por asediarnos y andar entrando y saliendo como Pedro por su casa. Y por no dejar según chismorrean algunas viejitas del Bajito y la Calle Federación, escucharon decir que sus abuelas le contaban, que a su vez le contaron los más viejitos del Barrio, que mucha gente escuchó decir del día en que se corrió el rumor de que venía en camino un tal Pirata Henry Morgan. Los vecinos del barrio y sus alrededores, como pudieron fueron a esconderse por los montes hasta San Isidro. Morgan llegó; no consiguió a casi nadie, pero aun así secuestró a los que pudo y hasta rescate pidió por ellos.
Nadie tiene precisión de cuando por estas escalinatas, veredas, calles y enlosaos, surgió nuestra devoción por Santa Lucía, pero de lo que si estamos seguros es que no vino en las embarcaciones del francés Olonés ni en la del Ingles Jackson. Lo cierto es según me ha contado el viejo Zuleta, vecino de la Calle Pacheco, que ya para el año de 1830 existía Santa Lucía en el orden civil y territorial, pero no en el eclesiástico; lo que llevó a la gente del Barrio promover una reunión un 31 de julio de 1834 en casa de Velasco Ramírez, con la idea de levantar un templo en honor a la mártir de los ojitos arrancados. Hubo de transcurrir mucho tiempo para que en ese cerrito se construyera lo que hoy tenemos como nuestra Sagrada Iglesia de Santa Lucia en el año 1876.
De aquí de Santa Lucia es Astolfo Romero, Felipe Pirela, Luis Aparicio, Wilson Alvarez, Nelson Romero, Luis El Perro, Ender Colina, Adelfa Giovanni, y hasta mi hijo Luciano, que ya anda en los 16 años, es empedraero de la calle las Dos Rosas. Hoy el Barrio está de fiesta, hoy es día de nuestra Patrona Lucía, entonces sirva este día para pedirle a nombre de sus ojitos, a nuestras autoridades gubernamentales, que pelen bien los ojos por un ratico y volteen su mirada pal Barrio, que lo tienen cerquita de sus Despachos, para que vean como hay niños en esas casas de pérgolas, pórticos y ventanas multicolores, con hepatitis, neumonía, diarrea y cualquier tipo de enfermedades virales, que los tienen contra la pared, ante la imposibilidad de comprar sus medicinas.
Por los ojitos de Lucía, si hoy se les ocurre venir a su procesión, echen una paseaíta por el Puente Oléary, convertido hoy en un basurero, porque desde hace años no ha vuelto a pasar un camión del aseo urbano. Pónganse las vista bien clarita y pregúntele a Marlene Nava, que vive al lado de la Iglesia, del tiempo que llevamos sin conocer una gota de agua por la tubería, y del poquito gas que sale por las hornillas de las cocinas, a las que les llega. Abran bien los ojos y cuando vayan a comenzar, eso de la acertada decisión de rescatar el Patrimonio Histórico de la Ciudad, no dejen por fuera a la cantidad de casas antañonas que necesitan ser refaccionadas, y no tan sólo por embellecerlas, sino porque allí viven niños y ancianos en grave riesgo con paredes y techos destruidos.
Santa Lucía no es sólo la Iglesia y el Boulevard. Santa Lucía es el Barrio, su gente, sus calles, su gaita y su deseo de buen vivir. Por eso copiándome la pregunta que hace a diario Juanita Inciarte, les pregunto: Y vos, vos que sabéis de Santa Lucía.
“Los ojitos de Lucía, los ojitos de Lucía parecen dos paraparas.@DouglaZabala
Parecen dos paraparas los ojitos de Lucía, y el reflejo de su cara, y el reflejo de su cara parece la luz del día”.
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