Foto: El Estimulo |
Bajo esta fórmula operan cada día los cientos de comerciantes informales que desde sus puestos desvencijados -en la calurosa capital del estado Zulia (limítrofe con Colombia)- ofrecen productos que escasean en todo el país y a los precios insuperables de un viernes negro.
Quien recorra por primera vez estos callejones, abarrotados de personas, podría imaginar que llegó al sitio ideal donde no hay escasez y en el que finalmente rendirá un poco más su dinero en un país cuya inflación cerrará el año en 1.000.000%, según pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero el sueño se le terminará al entender que "las ofertas" solo aplican para el pago con billetes, un papel que circula por montones en el mercado y que al no contar con ellos el cliente deberá pagar un precio hasta 10 veces superior.
Un venezolano que devengue salario mínimo (30 dólares o 1.8 dólares, según los cambios legales) podría salir de Las Pulgas con tres kilos de carne de res y medio kilo de detergente; nada mal para la crisis nacional en la que los ingresos mensuales no alcanzan ni para comprar un paquete de café en la mayoría de los comercios.
Ahora bien, la materialización de este escenario pasa por cumplir con el requisito ineludible de entregar billetes, ausentes en las instituciones bancarias y revendidos en las 24 entidades federales del país, con especial furor en las regiones fronterizas como Zulia, donde pagan hasta el 1.000% de su valor nominal.
Si no hay pago en dinero en efectivo, productos como la harina de maíz precocida, el más demandado en la nación que consume cientos de miles de paquetes diarios, se cotizará en 3.7 millones de bolívares (22 o 1.3 dólares) y no en su atractivo "precio pulga" que es 10 veces inferior.
La procedencia de los productos que abundan en Las Pulgas y que desaparecieron hace años de los supermercados, es para algunos lugareños el secreto mejor guardado de los comerciantes aunque otros la justifican con la existencia de artículos importados desde la cercana ciudad colombiana de Maicao.
Estas reglas -al igual que toda la dinámica de oferta y demanda que impera en el lugar- son conocidas por la mayoría de los transeúntes que circulan cada día por el lugar, una masa que se mueve a un ritmo tan vertiginoso como los fajos de billetes dentro de los sacos y cajas dispuestos por cada comerciante.
Ambas razones son insuficientes frente al absurdo, pues por ejemplo un par de rollos de papel higiénico hechos en Venezuela cuyo precio marcado es de 3.800.000 (22 o 1.3) bolívares se puede conseguir al pagar 690.000 bolívares en efectivo, una sexta parte de su valor.
Los vendedores -mujeres, hombres, ancianos y menores edad, en su mayoría indígenas de la etnia wayúu- son parcos al dar explicaciones sobre las diferencias de precios y prefieren seguir atrayendo clientes a gritos, mientras airean sus tiendas para espantar el ejército de moscas que custodia todo el mercado.
Además de alimentos procesados y carnes, estos buhoneros que trabajan cada día en las cercanías del Lago de Maracaibo ofrecen con su peculiar voceo frutas, verduras, hortalizas, licores, quesos, pescados, medicamentos y productos de higiene personal y aseo.
Para los pobladores del Zulia, el estado más rico y habitado de Venezuela que esta semana fue declarado en emergencia por el Parlamento debido al deterioro de todos los servicios públicos, Las Pulgas luce como una solución rápida ante la crisis pese a las particulares características que la rodean.
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