Al fin culminó una muy corta y atípica campaña electoral. No ocupó espacio estelar. Sus eventos no repitieron el guion de un espectáculo. La población la siguió de reojo, atareada en bregarse su sobrevivencia en medio de una terrible hiperinflación que tiene en hambre a la mayoría.
Pero no hubo desinterés. Hubo a menos fiesta, más debate. La interrogante acerca de la utilidad o no del voto estuvo circulando en la cabeza de muchos, entre las colas para adquirir alimentos o en discusiones, cada vez más subidas de tono, entre defensores de votar o no votar. La duda se filtró en los ni ni.
El debate produjo en la oposición lo que ésta quería generar en el campo oficialista: una fractura. Las posiciones extremistas, los cero votos, siempre alumbrados tras fugaces decisiones simbólicas, tuvieron un alza. Pero se mantuvieron como la fracción minoritaria.
La oposición unida en una estrategia democrática, pacífica, constitucional y electoral se separó en dos toletes. Uno siguió la estrategia que había sido común y resolvió participar en la competencia electoral y el otro, decidió mantenerse al margen a menos que se cumplieran determinadas condiciones mínimas. Estos últimos se negaron a ser considerados abstencionistas y para demostrarlo ofrecieron no adoptar una prédica contra el voto.
Pero el garrote fue dado a Fuenteovejuna y subterráneamente la oposición comprobó el dicho de Lope de Vega: “no hay cuchillo como el propio amigo”. Los políticos veteranos fueron prudentes y se reservaron para una o dos intervenciones fulminantes. Pero gradas abajo las trifulcas se multiplicaron entre quienes habían luchado juntos por años y repentinamente se encontraron en el papel de considerarse mutuamente como el nuevo mejor enemigo.
Se produjo una terrible subpolarización que desgajó a una MUD que intentó migrar sin mayor éxito hacia un Frente Amplio que concluyó pedaleando en el vacío. El enfrentamiento pequeño cambió el blanco de ataque y hubo quienes se sumaron al todos contra uno. Incluso aparecieron los que jugando contra si mismos, apostaron ardorosamente a un triunfo oficialista que fuera seguido por el candidato de la antipolítica, la abstención y finalmente, sin ambulancia a la vista, por el candidato que tuvo la osadía de lanzarse al ruedo electoral ante la omisión de la cúpula mayor de la MUD.
La oposición se dividió porque tiene varias visiones que se asumen de modo exclusivo y excluyente. La división es el efecto de una honda diferencia en las estrategias y no se recuperará mientras estas discrepancias no sean superadas o se encuentre una forma de conservarlas sin que impida actuar unitariamente en determinadas áreas y momentos. El día después del 20 debería comenzar el repliegue de todas las energías centrífugas.
El domingo se probará la eficacia de ejercer el voto y de la abstención. El premio mayor del primero será el cambio de Presidente. Si acaso no se gana, la oposición comparará el porcentaje de aumento de la cota histórica de ausentismo con la votación que obtenga el opositor que se presentó como candidato. Esa comparación mostrará una variación de status que no tiene por qué implicar un juego suma cero
Después vendrán nuevos escenarios que exigen dar relieve al objetivo de unirse para reunificar a los venezolanos y comenzar una transición hacia la transformación de Venezuela.
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El domingo se probará la eficacia de ejercer el voto y de la abstención. El premio mayor del primero será el cambio de Presidente. Si acaso no se gana, la oposición comparará el porcentaje de aumento de la cota histórica de ausentismo con la votación que obtenga el opositor que se presentó como candidato. Esa comparación mostrará una variación de status que no tiene por qué implicar un juego suma cero
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