Muchos me preguntan sobre qué hacer el 20M. Que cada quien haga lo que quiera, esto es lo que yo haré.
No es verdad que las condiciones y garantías electorales de la elección del 20 de Mayo sean mejores que la de las parlamentarias de 2015.
En aquella elección estaban habilitados para ejercer plenamente sus derechos políticos partidos como la Mesa de Unidad Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular, Causa R, y dirigentes como Henrique Capriles Radonsky. Tampoco se había implementado el impresentable mecanismo de control y chantaje electoral del Carnet de la Patria.
El CNE había guardado cierto decoro y no se había constituido en un (abierto) jugador a favor del oficialismo al punto de escamotear derechos constitucionales como el RR, anular partidos mediante decisiones administrativas u obstaculizando su renovación, ni había suspendido elecciones constitucionales. No había escondido mesas y fechas electorales a discreción. Tampoco había abultado resultados (ANC), ni convalidado el forjamiento de actas de una Junta Regional (Bolivar). Sin mencionar las numerosas violaciones a las leyes electorales en materia de sustituciones, convocatoria, y pare usted de contar.
Pero, mientras peor le vaya al gobierno peor serán las condiciones y garantías electorales. Es iluso pensar que tendremos mejores condiciones electorales cuando el gobierno tiene a los electores de espalda.
Un gobierno estructuralmente demócrata ya hubiese dado un paso a un lado para facilitar un cambio que redunde en una recuperación económica y social derivada del restablecimiento de la Confianza, el Derecho y la Institucionalidad. Pero este gobierno es, como buen marxista, autoritario. Por eso no se puede esperar, mientras sigan en el poder mejores condiciones electorales, siempre irán para peor; al mismo ritmo de la destrucción nacional.
Pero tampoco es verdad que los obstáculos no se puedan superar. Se ha hecho en el pasado, cuando los niveles de aversión al gobierno aún no habían alcanzado la dimensión bíblica que hoy reflejan desde los estudios científicos de opinión hasta las conversaciones cotidianas en todos los espacios y oportunidades.
Con un 80% de rechazo a la gestión de la cúpula gobernante, con un país desesperado por salir de Maduro, con unas bases chavistas que ya no aguantan tanto infortunio a cambio de retórica, consignas y canciones pegajosas pero insulsas, el deseo de cambio es imparable.
La maquinaria del Estado PSUV con esfuerzo podrá mover a lo sumo 30% del electorado. Ese es su techo 6 Millones de votos. Si descontamos del universo electoral 20% de abstención estructural y 1 millón de electores emigrantes, quedarían 15 millones de votantes potenciales. Al restar los 6 millones que podría movilizar el Estado PSUV (entre partidarios, y asustados), quedan 9 millones de electores, que es seguro que desean salir de Maduro.
Pero una parte importante no está dispuesta a votar. Básicamente por dos razones: uno, piensan que no votando le hacen más daño al gobierno porque creen que lo deslegitiman; y dos, porque piensan que igual como va a haber fraude no tiene sentido votar.
En 2005, se impuso la tesis de la abstención por las mismas razones: harían fraude y había que deslegitimarlos. Buena parte de la población no fue a votar. Solo votaron un poco más de dos venezolanos de cada 10. Los que votaron todos eran chavistas, de los que se abstuvieron un parte eran opositores, y otros independientes y chavistas que veían que al no haber otros candidatos indudablemente ganaría el chavismo, y en consecuencia el voto era poco menos que un trámite fastidioso e innecesario.
La bancada roja termino siendo del 100% de los diputados. Ese parlamento “deslegitimado” funcionó durante 5 años y con él el gobierno logró el control absoluto de los cinco Poderes establecidos en la Constitución en el ámbito nacional.
A quienes piensan que no votar le hace daño al gobierno les digo que eso es solo un rasguño comparado con el daño que le hace una derrota electoral.
Yo no tengo certezas ni coherencias, más bien estoy plagado de dudas e incertidumbres, pero el descontento es tan vasto y profundo que creo que la propia maquinaria roja terminará llevando a votar a sus propios verdugos: gente del pueblo que cansados de burla y desidia les castigaran con su voto. Y también creo que cualquier eventual descontento militar es más fácil que se exprese cuidando los votos de quienes quieren un cambio que de cualquier otra manera.
Leer mas: http://revistasic.gumilla.org/2018/mi-posicion-sobre-el-20m/
La maquinaria del Estado PSUV con esfuerzo podrá mover a lo sumo 30% del electorado. Ese es su techo 6 Millones de votos. Si descontamos del universo electoral 20% de abstención estructural y 1 millón de electores emigrantes, quedarían 15 millones de votantes potenciales. Al restar los 6 millones que podría movilizar el Estado PSUV (entre partidarios, y asustados), quedan 9 millones de electores, que es seguro que desean salir de Maduro
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