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martes, 26 de diciembre de 2017

Cuando un venezolano despierta del “sueño americano” y decide regresar, Autor: Jorge Agobian

Isabel* y su esposo Juan* tomaron dos decisiones trascendentales en 2017. Emigraron de Venezuela a Estados Unidos en busca de un mejor futuro para su hijo, pero estando en el epicentro de la diáspora, en el retante exilio, decidieron regresar al país que dejaron, que ya no es el mismo, donde diariamente se recrudece la crisis y donde el sitio más cotizado de encuentro es el mismo en el que su avión aterrizará en cuestión de días.

Para ellos, solo hace falta vivir seis meses en Miami para darse cuenta que el “sueño americano” amerita tener resistencia, arriesgar y ceder condiciones. “Nos vamos a Venezuela y sé que allá todo está peor, pero nos vamos felices, no nos vamos tristes porque aprendimos la lección, este país no es para nosotros”, dice Isabel, quizás en el momento en el otro compatriota empaca sus pertenencias para llegar a Estados Unidos en búsqueda, más que del sueño americano, de una vida en libertad.

“No nos vamos tristes porque aprendimos la lección, este país no es para nosotros”

En enero de 2017 llegó junto a su familia a Miami. Huían, además de la crisis política, del alto costo de la vida. Cuando decidieron partir rumbo a Estados Unidos dejaron un país con una inflación acumulada de 42,5% (durante los primeros dos meses del año), pero al regresar, 11 meses después, se encontrarán con una economía a punto de estallar, en un país declarado por algunas consultoras en default, con una hiperinflación de 2.000% y con cada vez menos aerolíneas queriendo aterrizar en suelo venezolano por la acentuada crisis.

Al momento de su arribo a Estados Unidos, la visión de ella y su esposo era establecerse, legalizarse de alguna manera y trabajar. “Tuvimos mucha suerte porque muy rápido conseguimos trabajo. Yo trabajaba en un warehouse de flores de 5 de la mañana a 4 de la tarde y mi esposo tenía dos trabajos y llegaba a la casa a las 11 de la noche. Metimos a mi hijo en daycare y allí él pasaba todo el día”.

Según las cifras del Departamento de Seguridad de EEUU, hasta el tercer trimestre de 2017 al menos 21 mil 407 venezolanos habían solicitado protección en el país, 6 mil 679 más que en 2016. La petición de asilo por parte de emigrantes venezolanos se había multiplicado por 27 hasta septiembre. Entre esas cifras se cuenta el caso de Isabel, quien al salir de territorio americano perderá, junto a su familia, cualquier posibilidad de soporte migratorio en Estados Unidos.

– ¿Cuál es la razón por la que se regresan?

– Porque pusimos todo en una balanza. Es verdad que aquí nunca nos faltó nada, porque Juan y yo trabajamos mucho para que no hiciera falta nada. ¿Pero sabes qué es triste? Que nunca veas a tu hijo y tu esposo porque pasas el día trabajando, que cuando te das cuenta, tu hijo hace cosas, dice cosas que tú nunca se las enseñaste, porque nunca lo viste. Este sistema te va llevando hasta que abres los ojos y eres un robot.

– ¿Y en esa balanza qué encontraste positivo?

– Fue una experiencia buena, porque pasamos de ver escasez, inseguridad en Venezuela a estar tranquilos. En Venezuela yo igual trabajaba todos los días, pero la vida no se nos hacía tan monótona. Creo que nuestra experiencia no habla por la del resto. Quizás a una persona soltera, sin hijos, le va mejor, pero mi concepto de familia es diferente. Aquí con el día a día son pocos los momentos en los que puedes compartir.

– He escuchado mucho que hablas del sueño americano. ¿Fue por eso que vinieron a Estados Unidos?

– Suena muy bonito que aquí puedes tener casa, carro, todo lo que quieras. Pero cuando te das cuenta nada de eso es tuyo, todo lo tienes que pagar por el resto de tu vida. Es una vida como de mentiras y cuesta mucho trabajo, pero sobretodo tiempo que se pierde para vivir. Y nos dimos cuenta que así siguiera trabajando de la misma manera por dos años, no tendríamos ahorrado nada.

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