Además del abominable culto a la personalidad de Chávez, se regodea con un conjunto de consideraciones orientadas a subrayar las bondades del socialismo "bien aplicado"; esto es, del que él proyectó en los distintos documentos que elaboró y entregó a Chávez o a Maduro. Si se hubiesen hecho las cosas como él las pensó, todo marcharía sobre rieles. El proyecto iba de lo mejor mientras Chávez vivió. El poder del Estado se encontraba centralizado en la figura del Comandante. A su designio y voluntad estaban sometidos el BCV, Pdvsa, Cadivi y todos los demás organismos del sector público. Al profesor solo le faltó alabar al "gendarme necesario", al cual se refería Vallenilla Lanz.
Los problemas surgieron cuando el Comandante falleció. Se desataron las fuerzas centrífugas que propiciaron la independencia del Banco Central y de la empresa petrolera; entraron en escena los demonios de la corrupción. La debilidad de Maduro ha impedido mantener la cohesión monolítica del Estado (autocrático). La fragilidad del heredero es tan severa que ni siquiera se atrevió a designarlo jefe de Cadivi, nombramiento que habría unificado Planificación, Finanzas y administración de divisas, y habría acabado con el saqueo descarado de dólares. Según su visión, la corrupción se combate con controles férreos y hombres honestos, no con procedimientos expeditos y transparentes.
En las líneas escritas por "El Monje" no se encuentra un solo comentario autocrítico sobre el desastre que ha significado para el país la política de expropiación, confiscación y embargo de empresas industriales, agrícolas, agroindustriales y comerciales, que en el pasado pagaban impuestos y creaban empleos, y ahora solo producen pérdidas. Esta calamidad la deja como herencia. Tampoco se consigue un señalamiento que cuestione el Estado y la economía comunal, delirios de ingeniería social aupados por él en los que tanto ha invertido el gobierno rojo desde 2006.
Lo que le preocupa de Pdvsa no es que haya sido asaltada y destruida por los vándalos que la invadieron, sino que se ha autonomizado del gobierno central y opera como un ente independiente. Por qué la empresa estatal dejó de ser una de las más importantes del mundo, y su administración y gerencia eran modelo en el planeta, quedan como puntos relegados. Lo que le interesa dirimir y ventilar públicamente es su rivalidad con Rafael Ramírez, zar de la industria petrolera y evidente rival del defenestrado ex ministro. Desde luego que el tema de la meritocracia, la productividad y la eficiencia, le produce escozor a todo marxista inflexible.
La fórmula que sugiere para resolver los problemas económicos y políticos es sencilla: Mantener el camino hacia el socialismo, cuya transición él trazó, preservar la unidad cívico-militar (es decir, seguir politizando y subordinando la FAN a las órdenes del Psuv), continuar con los controles de todo tipo (de cambio, de precios, de tasas de interés), avanzar hacia la socialización de todos los medios de producción de manera que la iniciativa privada quede relegada a una franja marginal e insignificante. Se trata, entonces, de conservar el legado principal del presidente Chávez: El socialismo del siglo XXI, causa de todos los males que padecemos los venezolanos. Giordani, ahorrando palabras, podríamos decir que a un paciente con diabetes le sugeriría que para mejorarse consuma abundante azúcar.
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