Lo que está ocurriendo en el territorio rojo necesita su propia partitura para leerlo. En un vistazo semeja una continuidad, pero ese no es el tono principal de su desenvolvimiento. Desatados de las simulaciones épicas, ahora estándesembarazándose de otros mitos y ajustando su norte.
Sus dos jefes de fila no están peleándose por las ideas del líder desaparecido, sino por el control de las plazas necesarias para agarrarse a la sartén.
Han aparecido gestos, explicablemente incompletos, que indican que en algunos círculos del poder se ha llegado a la convicción de que el proyecto ha chocado con un grueso muro de inviabilidad. No sabemos cuál es el tamaño de los que defienden la dialéctica del sapo. Pero, en la base social que ha servido de apoyo al oficialismo comienza a insurgir la misma inconformidad que siente cotidianamente aquella población que ya es más que la otra mitad. Piden soluciones ante un país en vías de extinción.
El rumor, que cuando suena alguna verdad trae, es que el paraguas del cambio de modelo es la experiencia china: capitalismo en la economía y totalitarismo en la vida pública. Una manera rosa de decir adiós a las fantasías populistas y a las ilusiones redentoras, porque la permisividad china en degradación de los trabajadores, desigualdades sociales, agresión al ambiente y vulneración de los derechos humanos está en el antípoda a lo que se preconizó con el título de socialismo del siglo XXI.
La sola idea del viraje es una especie de partícula del diablo, de alcances distintos al Bosón de Higgs, cuya prueba son los efectos de desintegración que provoca en quienes aún se ocupan de rastrear una legitimidad revolucionaria. Si aún no podemos verlo, las denuncias y acusaciones que se expresan en espacios como Aporrea confirman que existe.
No es extraño que lo que ellos rechazan como un raje, tenga una motivación inicialmente táctica. En la tradición leninista existe un ejemplo clásico, la llamada nueva política económica, de apertura defensiva para obtener mejores condiciones para profundizar la revolución. En nuestro caso, la prolongación de las crisis y el socavamiento de las tres ilegitimidades (origen, gestión y ética) presagian el riesgo de que los actuales conductores del poder encallen en un fracaso histórico. Se justifica algo más allá que una jugada.
Para otros el viraje tiene el trasfondo de escoger a su oposición, desconocer a las organizaciones populares y gremiales, enlazar a la boliburguesía con grupos económicos tradicionales y volver más que invisible a Capriles en el sistema público y concertado de medios de comunicación social.
Son los primeros pasos de una exploración incierta y contradictoria para el oficialismo. Para el otro jugador, el partido ha entrado en tiempo no sólo de crecimiento sino de innovación para afirmarse como el relevo no populista.
Capriles es portador de una opción de justicia social con progreso, mejor democracia y otro esquema de relación entre sociedad, mercado y Estado.
@garciasim
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