Mi queridoy admirado Elías Pino Iturrieta comenta, en una entrevista en El Nacional, que se cayeron las previsiones, incluida la suya, sobre la pervivencia del chavismo después del mutis de Chávez. Tiene razón, pero al mismo tiempo se confirmaron las que otros hicimos, acerca de que no habría un chavismo sin Chávez. En efecto, muerto el autócrata se ha venido cumpliendo lo que varios dijimos antes de que ello ocurriera: desaparecido Chávez el chavismo se iría desinflando. Confieso que me quedé corto, pues llegué a afirmar que, si bien Chávez difunto influiría decisivamente en las elecciones siguientes, era cosa de meses, máximo de un año, su caída en el olvido.
No todo fue así. La influencia de Chávez en las elecciones del 14 de abril no fue tanta como se creía, a juzgar por el descalabro de Maduro, sea que su supuesta mayoría haya sido fraudulenta, sea que realmente haya ganado con un margen tan irrisorio. A lo cual se agrega que, apenas transcurridas unas semanas del anuncio de la muerte de Chávez ya su imagen se ha ido desdibujando sin que hayan pasado el año o los meses previstos.
No podría ser de otra manera.
Chávez no dejó, no digamos una doctrina, que sería demasiado pedir, ni siquiera un conjunto de ideas y de principios que pudieran tenerse como fundamento ideológico del supuesto chavismo. Por lo que ahora podemos concluir que el chavismo realmente no existió nunca en vida de Chávez, y mucho menos puede haberle sobrevivido.
Chávez gobernó, no según un conjunto de ideas y de valores que pudiesen considerarse una base ideológica del chavismo, sino mediante caprichos y ocurrencias, muchas de ellas francamente infantiles, que las más veces se producían sin que él mismo las hubiese previsto ni elaborado previamente, sino que eran producto de la improvisación y el repentismo.
Agréguese que los herederos de Chávez, los que medraron a su vera como ministros, directores, diputados, magistrados, jueces, contralores, fiscales, embajadores y demás supuestos gobernantes, parecieran haberse empeñado en una competencia de ineptitud, hasta el punto de que el propio Chávez tuvo muchas veces que dirigirse a ellos públicamente y en tono de regaño, criticando sus fallas y vicios y exigiéndoles el cumplimiento de sus obligaciones más elementales.
Si tales sujetos, hombres, mujeres e indecisos, no supieron cumplir sus funciones en vida del propio Chávez, ¿cómo se les va a pedir que gobiernen siquiera decentemente cuando su jefe ha desaparecido y ya no está para vigilarlos?
TalCualDigital
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