Si no le gusta la que establece el artículo 156 de la ley de procedimientos electorales entonces por qué si eran válidos los pedimentos de Jorge Rodríguez cuando hizo que el CNE multara a la MUD en sus primarias internas, por haber quemado los cuadernos de votación prueba, según él, inequívoca de la pulcritud del acto electoral.
Definitivamente en este régimen lo que es bueno para el pavo no lo es para la pava. Las razones que tuvo la MUD para quemar los cuadernos fue un compromiso con sus electores que no iban a permitir una nueva lista Tascón y no como pretendió decir Jorge Rodríguez eso era sólo para esconder la verdad del proceso y cuantos votos válidos hubo en las primarias pues las elecciones del 7O demostraron claramente que esos 3 millones que participaron en ellas no sólo eran de carne y hueso sino que incluso se multiplicaron para superar los 7 millones.
Pero si regresamos a los argumentos de Jorge Rodríguez de la enorme importancia que tienen los cuadernos para saber quién efectivamente votó, entonces quiere decir que el CNE no desea que se sepa lo que está en ellos. La lógica del art 156 es clara, todo es relevante al hacer una auditoría y esa verdad sólo se aclara al confrontar los distintos elementos del proceso electoral y no simplemente acatar lo que pretende el organismo electoral que no es otra cosa que la beatificación de las máquinas de votación.
Toda elección es un proceso complejo que consta de diversos elementos para asegurar la pulcritud de la misma y uno de los elementos más importantes es sin duda los cuadernos electorales en los que consta la firma y la huella dactilar de la persona que ejerció su derecho al voto. Al confrontar actas con papeletas de todas las cajas y verificar su consistencia o no con los cuadernos electorales es cuando la auditoría podrá constatar si los resultados comunicados por el CNE provenientes de las máquinas son los que se anunciaron o como dice la MUD son diferentes.
El CNE no quiso actuar como árbitro imparcial, nunca quiso aceptar que la verificación plena de un proceso electoral es la única garantía de confirmar o negar la legitimidad de su proclamación acelerada del ganador de las elecciones del 14 A.
Para ganar hay que saber perder pero el peor servicio que se le hace a la democracia es ilegitimar un triunfo por esconder evidencias que sólo pueden ser conocidas si se efectúa una auditoría tal como lo establece la ley y la práctica en toda democracia que se respete a sí misma.
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