Las guerras en Ucrania, Gaza y Sudán se ciernen sobre la reunión anual de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. También lo hacen las crisis presupuestarias y de identidad.

Esta semana, mientras los líderes mundiales se reúnen en Nueva York para el encuentro anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la organización celebra su 80 aniversario. Pero el ambiente dista mucho de ser festivo: hay guerras que hacen estragos en todo el mundo, se avecina una crisis presupuestaria y abundan las preguntas sobre si la ONU sigue siendo relevante.
Año tras año, los funcionarios de la ONU y los líderes mundiales aprovechan la reunión anual para exponer ideas sofisticadas y ofrecer hojas de ruta elaboradas para el cambio. Pero el progreso tangible sigue siendo obstinadamente esquivo.
La guerra de Rusia contra Ucrania se ha prolongado ya más de tres años. El conflicto entre Israel y Hamás en Gaza continúa tras casi dos años. Y el mundo sigue sin estar cerca de lograr sus objetivos en materia de desarrollo o una solución para el cambio climático. Incluso la labor de ayuda humanitaria global de las Naciones Unidas —uno de los pocos ámbitos en los que la organización ha seguido destacando y liderando el mundo— ahora está amenazada por los recortes presupuestarios, la apatía de los donantes y las reducciones de personal.
“En realidad, podemos decir que estamos en una organización que se encuentra en una especie de caída libre”, dijo Richard Gowan, director de la ONU para el Grupo Internacional de Crisis, y añadió que esta semana no “va a ofrecernos respuestas claras a todos los problemas de la ONU, pero puede darnos una idea más punzante de lo difícil que es exactamente la situación”.
Aun así, la reunión anual es un gran escenario. Además de Donald Trump, más de 140 líderes mundiales y altos funcionarios y delegaciones de Rusia, Ucrania, China, Irán, Siria, Israel y Corea del Norte se reunirán en un mismo lugar para lo que los diplomáticos denominan la Copa Mundial de la Diplomacia.

Se producirá con el telón de fondo de las guerras en Ucrania, Sudán y Gaza. Se espera que la conducta de Israel en Gaza y el sufrimiento y el hambre de los palestinos sean algunos de los temas que dominen la reunión de este año.
El lunes, la idea de un Estado palestino ocupó un lugar central en una conferencia organizada conjuntamente por Francia y Arabia Saudita. Allí Francia reconoció formalmente a Palestina como Estado, uniéndose a la mayoría de los demás Estados miembro de la ONU que ya lo hacen. Australia, el Reino Unido y Canadá lo hicieron el domingo, justo antes de la Asamblea General.
Pero Israel y Estados Unidos se oponen a la medida, y el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, afirmó que solo hará que Hamás “se sienta más envalentonado”. Advirtió de que un nuevo impulso a favor de la creación de un Estado palestino podría provocar una reacción violenta israelí.
Trump también ocupará un lugar destacado en la reunión de este año, con una intervención el martes, el primer día de discursos. Vuelve al podio de la ONU en un momento en el que ha ejercido el poder de forma unilateral en su país y en el extranjero. Su relación con las Naciones Unidas ha sido tensa durante mucho tiempo, pero no la ha descartado por completo.
“Hay grandes esperanzas puestas en ella, pero no está bien gestionada; para ser sincero, no están haciendo su trabajo”, dijo Trump en febrero sobre el organismo internacional.
Diplomáticos y funcionarios de la ONU afirman que seguirán muy de cerca el discurso de Trump ante la Asamblea General en busca de pistas sobre la forma en que su gobierno pretende relacionarse con las Naciones Unidas el próximo año. Trump ha ordenado una revisión de las interacciones de Estados Unidos con la organización, ha recortado drásticamente la financiación de muchos de sus programas y se ha retirado de diversas agencias de la ONU, así como del Acuerdo de París sobre el calentamiento global.

Dorothy Shea, embajadora en funciones de Estados Unidos ante la ONU, dijo en una recepción organizada por ella para la Asamblea General que “Estados Unidos aborda este periodo de sesiones con una visión clara, arraigada en tres prioridades duraderas: paz, soberanía y libertad”.
El secretario general, António Guterres, dijo la semana pasada en una conferencia de prensa que estaría “encantado” de reunirse con Trump. Los dos hombres no se han reunido ni han hablado desde que Trump asumió el cargo en enero, a pesar de varios intentos de acercamiento por parte de Guterres, según dos diplomáticos y un funcionario de alto rango de la ONU.
Aparentemente apelando a la afinidad de Trump para jugar a ser pacificador, Guterres sugirió que los dos líderes podrían trabajar juntos de formas novedosas para resolver los conflictos mundiales. Dijo que las Naciones Unidas poseían contactos, experiencia y conocimientos, pero carecían de mecanismos para ejercer presión sobre los países o conceder recompensas.
Estados Unidos, sin embargo, “tiene zanahorias y palos”, dijo. “Así que en algunas situaciones, si eres capaz de combinar ambas cosas, creo que podemos tener una forma muy eficaz de asegurarnos de que algunos procesos de paz al menos puedan conducir a un resultado satisfactorio”.
Las Naciones Unidas han demostrado reiteradamente su incapacidad para frenar los conflictos. Ello se debe a que la resolución y prevención de conflictos es labor del Consejo de Seguridad de la ONU, donde las divisiones geopolíticas entre las potencias mundiales paralizan su trabajo.

Este año, la ansiedad por las finanzas de la organización también es palpable. En la actualidad, las Naciones Unidas carecen de dinero, porque los países están retrasando el pago de sus cuotas obligatorias o no pagan en absoluto. Por otra parte, también se enfrenta a una crisis presupuestaria, que podría impedirle el funcionamiento de sus agencias y misiones de mantenimiento de la paz, tras los recortes de los Estados miembro, especialmente de Estados Unidos, que ha sido el principal donante de la ONU.
Otros grandes donantes, como China, Japón y la Unión Europea, no han aumentado hasta ahora sus aportaciones económicas para compensar la pérdida de financiación estadounidense. Incluso China ha retrasado este año el pago de sus cuotas a la ONU.
Robert Wood, exembajador adjunto ante la ONU durante el gobierno de Joe Biden, dijo que la crisis presupuestaria equivalía a un “incendio de cinco alarmas para la ONU. No sabemos si un equipo de bomberos acudirá al rescate: debería ser Estados Unidos, pero el país está provocando parte del incendio”.
Guterres ha intentado adelantarse a la crisis inminente con un plan de reforma denominado ONU80, que prevé racionalizar los servicios administrativos, eliminar duplicaciones, recortar miles de mandatos y trasladar parte del personal de centros costosos como Nueva York y Ginebra.
La nueva propuesta de presupuesto de la ONU refleja un esfuerzo por preservarse mediante la reducción. El objetivo es reducir el presupuesto global de la ONU para 2026 en unos 500 millones de dólares, lo que se traduce en un recorte presupuestario de alrededor del 15 por ciento y una reducción de personal del 19 por ciento, según dos altos funcionarios de la ONU que informaron a los periodistas sobre los antecedentes la semana pasada. El presupuesto de mantenimiento de la paz sufrirá un recorte del 11,2 por ciento y una reducción de puestos del 13 por ciento, añadieron.
Sin embargo, Guterres advirtió en cartas a los Estados miembro y al personal de la ONU que los recortes no resolverán el problema inmediato de liquidez. En lugar de ello, dijo, pretenden situar mejor a la organización mientras hace frente a varios desafíos.
El viernes, en un acto de reconocimiento del 80 aniversario de la ONU, Guterres defendió el legado de la organización y su futuro, diciendo: “Celebremos no solo lo que se ha conseguido, sino lo que aún queda por hacer”.
Farnaz Fassihi es la jefa de la corresponsalía de las Naciones Unidas del Times, que dirige la cobertura de la organización, y también cubre Irán y la guerra en la sombra entre Irán e Israel. Trabaja en Nueva York.
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