Además de todos los males que padecemos los terrícolas: 60 conflictos armados dicen los expertos, la espantosa masacre de Gaza y el creciente martirio de Ucrania entre ellos, otros a veces menos visibles pero no menos crueles; mil millones de hambrientos; centenares de millones de migrantes que buscan un hogar donde sea; un planeta que tratamos de asesinar, etc.; además de todo eso, pululan por nuestra era una serie de sujetos no solo nocivos, sino altamente grotescos y con grandes cantidades de comicidad siniestra.
No hay duda de que el primero de ellos es el denominado Donald Trump, el hombre más importante del mundo. Es una mezcla insólita de infantilismo, egolatría, incultura, crueldad, irrespeto a la ética y el derecho y flagrante vocación de payaso. Para referirnos a lo más reciente, la inteligencia artificial lo disfrazó de Superman, sí, Superman, el de los cómics de mi infancia y la suya, que le daba golpizas a cuanto bandido quería alterar el orden del capitalismo gringo y que se había mundializado. Creo que nadie llegó tan lejos en esa promoción de las bondades y virtudes de tan augusto sistema. No dudo de que Donald cree a ciencia cierta que él es la reencarnación del héroe y de su destino de arreglar cuanto entuerto hay por allí, eso sí en función de la salud del imperio, American first. Pero no vamos a analizar sus hazañas que cada día llenan los periódicos de por aquí y de por allá desde hace meses, solo unos cuantos recientes.
Nuestro tema es otro, es los cojones que se necesitan para considerarse Superman. Y el infantilismo. No hace mucho hizo lo mismo como Papa. Y le juro que no es un chiste. Pero así mismo es capaz de arrear emigrantes sin revisarlos mucho y darles una patada en la frontera con todo y chicuelos, y enviarlos incluso hasta la lejana África, que debe considerar el basurero del planeta, salvo algunos minerales -preciosos, claro- que solo América merece. O convertirse en defensor de Bolsonaro, ese nazi tropical, que justamente cometió el mismo pecado que él, tratar de desconocer su derrota en unas elecciones que nadie cuestionó. Por suerte, Lula lo enfrentó.
Y no diga usted la pelea con su fraternal Elon Musk, a quien acusó hasta de pedófilo. A él que ya había sido condenado por torvo putañero. Musk delira también, pero a su manera, es el señor del billete, pero no del poder y las bombas nucleares, lo suyo es llevarnos a Marte y muy pronto. Donald puede disfrutar de su grande y hermosa legislación que le quita la plata a millones y millones de pobres y se la da a los empresarios muy acaudalados, una hazaña que supera todo neoliberalismo precedente, aun del demencial Milei.
Que el mundo esté, en buena medida en las manos y el cerebro de semejante sujeto que dice una cosa en la mañana y en la tarde la contraria es, si a ver vamos con alguna seriedad, uno de los mayores peligros de que el fuego político se expanda por todos lados y termine por aniquilarnos o atrofiarnos definitivamente. Habría que llamar a Superman, pero el verdadero, el del comics, ni siquiera el de las bastardas películas, para que ponga orden y desenmascare esa indigna parodia suya que vende la Casa Blanca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario