
El reciente memorándum Landau ha encendido las alarmas en la OEA, al anunciar que Estados Unidos podría eliminar su financiamiento para 2026. Dado que Estados Unidos aporta más del 50% del presupuesto, esta medida paralizaría las actividades de la organización, afectando gravemente su capacidad de acción y su influencia política en la región, especialmente en temas claves como la democracia y los derechos humanos, con instituciones reconocidas y de alto prestigio como la CIDH y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pilares del sistema interamericano, que se verían directamente afectadas.
Desde su fundación en 1948, la OEA ha dependido en gran medida del apoyo estadounidense. Esta dependencia persiste en gran parte porque ninguno de sus 34 miembros, 15 de ellos las isletas del Caribe, puede asumir costos operativos de ser sede. Si Donald Trump cumple su promesa, la OEA enfrentaría una profunda crisis financiera, obligando a una reestructuración, redefiniendo su misión y reduciendo drásticamente su personal y programas, convirtiéndose en un aparato burocrático de la diplomacia controlado por actores extrarregionales.
La situación se agrava aún más con la elección del nuevo secretario general, Albert Ramdin y a las críticas de que ha sido objeto a escasos meses de su elección, por su supuesta "neutralidad" y "funcionalidad", debido a su presunto desconocimiento del funcionamiento del sistema democrático y de los derechos humanos, acusaciones que desestabilizan el futuro de la organización y podrían si se materializan, llevar a un voto de censura.
La desestabilización de la OEA tiene graves implicaciones para la imagen institucional, la estabilidad democrática y la defensa de los derechos humanos en la región. Su debilitamiento dejaría un vacío de poder que otros actores buscarían llenar. Las ciencias físicas consideran que un espacio nunca se encuentra vacío, puesto que siempre es ocupado por algún elemento. Una acción como amenaza el señor Trump de retirarse o suspender el pago de las cuotas estatutarias y las contribuciones no sería conveniente porque abriría espacios a otros intereses.
Las declaraciones del portavoz del Sr Trump, sobre el abandono de la OEA, el máximo organismo regional de concertación política, bajo el argumento de que "no hay espacio para tibios", constituirían un error político irreversible en la política exterior de Estados Unidos, al dejar a la organización en manos de ese auto llamado progresismo, con consecuencias impredecibles, colocando a los gobiernos en la posición de tomar partido a favor o en contra de temas claves en materia de democracia y derechos humanos, particularmente con Cuba o Nicaragua.
El memorándum es una clara advertencia de que Estados Unidos no tolerará la inacción o complicidad de la OEA. Esto marca una redefinición de la política exterior estadounidense, a través de la amenaza del "retiro estratégico" y la "presión financiera" por sobre la diplomacia tradicional, lo que le abre el camino a quienes niegan que "la democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región" (preámbulo Carta de la OEA)
En esencia, ciertamente, la OEA está perdiendo su efectividad, relevancia y legitimidad. Ya no es vista como un foro neutral, sino como un "campo de batalla" político, con su capacidad de acción comprometida por divisiones ideológicas y presiones externas. La desestabilización se manifiesta en la parálisis en la toma de decisiones y la incapacidad para condenar violaciones a son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales (artículo 3) y a los componentes fundamentales del ejercicio de la democracia: la transparencia de las actividades gubernamentales y la probidad, (artículo 4) de la Carta Democrática Interamericana, al mostrarse "silenciosa" o "cómplice".
La amenaza de Trump es el anuncio de una crisis institucional, que conduciría a la reducción o eliminación de programas claves. El retiro de Estados Unidos llevaría a la OEA a buscar nuevas fuentes de financiamiento, lo que podría aumentar la influencia de gobiernos, como el de China en América Latina. Si los gobiernos acreditados ante la OEA, no actúan ante las crisis democráticas o humanitarias, los ciudadanos perderán la fe en su capacidad para proteger sus derechos.
Ante la posible de una minimización de la OEA, el surgimiento de foros alternativos como la Celac, Unasur u otros bloques y las críticas directas al Secretario general socavan la autoridad del organismo, con implicaciones en la desestabilización de la OEA. Sin una OEA fuerte y con recursos, el avance de regímenes autoritarios podría acelerarse sin un contrapeso regional. Una OEA debilitada podría ser más susceptible a las agendas de potencias como China.
La OEA, a pesar de sus fallas, ha sido un espacio de interacción para todos los países del hemisferio. Su desestabilización limitaría estas oportunidades, empujando a los países a alianzas más selectivas. La retirada de Estados Unidos de la OEA representaría un cambio significativo en su política exterior y en el resto de los países del hemisferio, quienes buscarían enfoques más bilaterales y transaccionales. En definitiva, la política exterior "crematística" de Trump conducirá a la desestabilización de la OEA, con un riesgo serio para la estabilidad, la democracia y la protección de los derechos humanos en las Américas, abriendo la puerta a una mayor fragmentación y polarización en la región.
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