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Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

jueves, 24 de abril de 2025

La defensa de nuestras agroexportaciones fortalece la soberanía alimentaria



El pasado mes de marzo se celebró en Tokio, Japón, el 50 aniversario de FOODEX, la feria agroalimentaria más importante de Asia y una de las más grandes y visitadas del mundo. El año pasado, en mi calidad de secretario de agricultura, asistí a tan importante evento y este año lo hice nuevamente invitado por el Consejo Nacional Agropecuario (CNA).

A FOODEX concurren decenas de países para promocionar sus productos agropecuarios y pesqueros, y ahí mismo se presentan los avances tecnológicos para la producción de los alimentos, de insumos y de los procesos de producción más eficientes. Para los productores mexicanos, así como para los gobiernos estatales y el gobierno federal, es muy importante participar en FOODEX pues, además de promover nuestros productos en nuevos mercados, nos permite medirnos con potenciales competidores.

Durante el evento, y dadas las actuales circunstancias, reafirmé mi convicción de la necesaria diversificación de los destinos para la exportación de los productos agropecuarios mexicanos.

El contar con mayores opciones de mercado en el mundo nos da certidumbre y confianza para seguir creciendo e invirtiendo, no solo en la producción primaria, sino también en la innovación tecnológica que haga más competitivos nuestros productos.

Durante muchos años el mercado estadounidense nos ha dado grandes beneficios derivados de las ventajas competitivas de nuestro país con respecto a otros países. Por ejemplo, en poco más de 24 horas podemos hacer llegar nuestros productos frescos a los grandes centros de distribución y consumo de Estados Unidos.

No exento de conflictos comerciales, hasta ahora al sector productivo le ha resultado cómodo concurrir al inmenso mercado que tenemos enfrente y al que hemos dedicado capacidad, inversión, tecnología y negociación, lo que ha llevado a lograr una balanza comercial agroalimentaria positiva para México desde hace más de diez años.

Sin embargo, tal privilegio nos llevó a concentrar el 87%de nuestras exportaciones agropecuarias a ese destino, lo que conlleva grandes riesgos que hoy son más evidentes ante la política proteccionista del nuevo gobierno del país vecino, que una y otra vez amenaza con imponer aranceles a nuestras exportaciones, incluidas las agroalimentarias, como el reciente anuncio de penalizar al tomate mexicano de exportación con un arancel del 20.9%, con una falsa acusación de “dumping”.

La imposición de aranceles, bajo el pretexto de equilibrar la balanza comercial generará mucha incertidumbre en los mercados, y también en las expectativas de inversión. Ante tales medidas, tanto los productores mexicanos como los consumidores estadounidenses serán perdedores; unos más que otros, pero todos sufriremos las consecuencias de estas políticas.

Si como varios analistas han indicado, estamos en los albores de un nuevo orden económico y geopolítico mundial, conviene empezar a tomar medidas. Y una de las principales estrategias para mantener nuestro mercado de exportación a Estados Unidos, debe ser la de hacernos acompañar de nuestros aliados comerciales dentro de ese país, para que sean ellos quienes alerten a su gobierno de las consecuencias que implica el imponer aranceles a los productos mexicanos, puesto que, al aumentar los precios, serán pagados mayoritariamente a sus consumidores, lo que genera inflación.

También los productores agropecuarios estadounidenses pueden ser fuertes aliados, ya que sus exportaciones, principalmente de granos, oleaginosas y cárnicos, serían de los principales perjudicados en el caso de una guerra comercial.

Otra medida, tan importante como la anterior y no excluyente, será la de fortalecer la estrategia, emprendida dese el sexenio anterior, para acceder a otros mercados donde claramente podemos competir con la calidad de nuestros productos, como ya se ha demostrado con Canadá, nuestro socio en el T-MEC, o con Japón, Corea del Sur y China, entre otros.

El Gobierno y el Sector Privado deben trabajar conjuntamente para avanzar en otras opciones igualmente atractivas como son los países árabes, África y la Unión Europea. Vale la pena explorar acciones con América Latina, países que también están siendo afectados por las políticas arancelarias de Estados Unidos.

Respecto de nuestra región, doy un ejemplo que he considerado interesante por varios años. Consiste en establecer con empresarios de nuestro vecino Belice, un centro de acopio y de distribución de productos mexicanos para exportar a los 18 países caribeños que integran el CARICOM y que hoy adquieren mucho de su abasto de alimentos en Miami.

Al hacerlo en asociación con ese país vecino no se pagarían aranceles y podríamos atender un mercado regional de más de 3,000 millones de dólares anuales en productos agroindustriales; que cuenta con 417,000 consumidores, a los cuales nuestra agroindustria puede abastecer.

México es el séptimo país exportador de alimentos gracias al trabajo de nuestros agricultores y de todos los que participan en sus cadenas de valor.

Además, hay que destacar el hecho de que nuestra industria alimentaria de exportación genera más de 349,000 empleos y que ha posicionado a nuestra agricultura como una actividad esencial para el desarrollo nacional, pues genera divisas por encima de las exportaciones petroleras y del turismo. Por ello las agroexportaciones agroalimentarias mexicanas deben tener todo el respaldo para hacer frente a los escenarios proteccionistas que hoy se presentan.

Habrá quienes cuestionen que en vez de exportar alimentos se deberían destinar al mercado interno, sin embargo, las evidencias son claras: en México no faltan alimentos, no hay crisis alimentaria y hay suficientes alimentos para abastecer a todos; lo que sí se requiere es mejorar su acceso a los más pobres, fortaleciendo las políticas de apoyo a estos sectores que se han establecido en los últimos años.

También se debe diversificar la procedencia de las importaciones agroalimentarias, preponderantemente maíz, soya, arroz, trigo y frijol, para no depender tanto de la importación de granos básicos y oleaginosas desde Estados Unidos. Es decir, al mismo tiempo que buscamos o ampliamos mercados para nuestras exportaciones podemos encontrar nuevos socios que nos vendan los productos que hoy necesitamos y seguiremos necesitando en el mediano plazo.

Lo anterior no excluye la urgente necesidad de incrementar la producción nacional de granos, principalmente maíz y frijol, ya que si no conseguimos elevar nuestra productividad al ritmo que crece la demanda, estaremos condenando al país a seguir importando cada vez un mayor volumen de granos básicos.

En este sentido debemos reconocer los esfuerzos que realizan nuestros productores para lograr el objetivo, pues, tan solo en el caso del maíz, el sexenio pasado se incrementó considerablemente al pasar de 3 a 4 toneladas por hectárea, en gran medida gracias al programa nacional de fertilizantes.

La soberanía alimentaria sin duda requiere de incentivar la producción de los alimentos básicos que la mayoría de la población demanda y consume, pero ese loable objetivo no está reñido con el apoyo que debe darse a las exportaciones agroalimentarias, que como he señalado reportan grandes beneficios al país, con estrategias que permitan enfrentar las medidas proteccionistas que hoy les amenazan.

https://www.eleconomista.com.mx/opinion/

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