La Organización de Estados Americanos (OEA) enfrenta un momento crítico que podría redefinir su papel en la defensa de la democracia en el continente. La falta de consenso entre sus miembros y el peso desproporcionado de CARICOM, que con sus 14 países puede bloquear decisiones clave, han debilitado la capacidad de la organización para aplicar la Carta Democrática Interamericana contra las dictaduras que aún persisten en la región.
A este escenario se suma la proliferación de organismos alternos como CELAC y UNASUR, que han restado influencia a la OEA, y la posible revisión que hará la administración Trump sobre la pertinencia de su permanencia en el organismo. La situación se complica aún más con la probable elección de un candidato de Surinam para la Secretaría General, un país con estrechos lazos con China y cuya calidad democrática es cuestionable.
Si Surinam asume el liderazgo de la OEA, la credibilidad democrática del organismo podría verse seriamente afectada. No solo daría un mayor peso a CARICOM, que en diversas ocasiones ha bloqueado la aplicación de la Carta Democrática, sino que reforzaría la percepción de que la OEA está perdiendo su papel como garante de la institucionalidad en la región.
Otro factor clave es el posible distanciamiento de Estados Unidos, país que aporta entre el 50% y el 60% del financiamiento de la organización. Si la OEA sigue perdiendo capacidad de acción y liderazgo en la resolución de conflictos, es probable que Washington reduzca su apoyo financiero, acelerando así la pérdida de relevancia del organismo en la geopolítica hemisférica.
La OEA se encuentra en una encrucijada: o redefine su papel con un compromiso firme con la defensa de la democracia o corre el riesgo de convertirse en una institución irrelevante, incapaz de responder a los desafíos políticos de la región.
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