Si todos los derechos del hombre se decantaran en uno solo, tendríamos que aceptar que ese derecho síntesis de todos los demás, sería el derecho de cada quien a ser distinto. Estanislao Zuleta..
Según algunos estudiosos de las doctrinas político-económicas, a éstas las caracterizan tres elementos esenciales: análisis crítico del pasado y del presente; programa para un futuro ideal; y el método o plan de acción mediante el cual se hará la transición del presente hacia ese futuro ideal.
Si en algo existe coincidencia, es en el diagnóstico y evaluación de una sociedad enferma como la nuestra, cuyos síntomas esenciales son: la pérdida de valores; la quiebra de las instituciones; el pragmatismo y perversión en el uso del poder, por nombrar los de mayor gravedad. La gente viene exigiendo un cambio -que sin precisar su carácter ideológico- le ayude a superar la situación de pobreza material y espiritual que le garantice la satisfacción de ambos grupos de necesidades.
Distintos gobiernos se han sucedido históricamente, manteniendo las características estructurales del Estado, cambiando solo la forma y estilo de gobierno: dictadura-democracia imperfecta-dictadura. Todos cargados de remedios para “curar” los males del pasado y del presente, aprovechando el descontento con la realidad de lo que se tiene, y la esperanza en lo que se quisiera tener, en un ciclo de amargura, ilusión y desilusión.
Los programas políticos se sitúan dentro de tres grandes categorías, según sea el énfasis o importancia que se asigne al individuo, la colectividad y al Estado. De lo cual dependerá la aplicación del método que según el tiempo y lugar, podrá ser gradual o evolutivo o de forma violenta o revolucionario.
Podemos expresar ahora que hay tres elementos esenciales que distinguen al sistema de vida capitalista de los sistemas socialistas: el concepto de propiedad; el rol del Estado y el método utilizado para poner en práctica los programas según estos sean graduales o violentos.
En el sistema capitalista, siguiendo su orientación individualista, se respeta la propiedad privada y se promueve la inversión de los particulares como motor del desarrollo económico y social para generar riqueza, la cual es distribuida de manera desigual entre los propietarios de los factores de producción que intervienen en ella. La concentración acelerada de la riqueza generada, desprovista de sensibilidad social y de respeto por el medio ambiente, es lo que se ha dado en llamar “capitalismo salvaje”, comportamiento con el cual no podemos estar de acuerdo, salvo los beneficiarios de ese tipo de acumulación que se genere.
El sistema socialista pone el énfasis en la propiedad de carácter colectivo utilizándose como un medio para lograr una supuesta justicia social y la igualdad entre los miembros de una sociedad. La figura del Estado como concepto jurídico-político, pasa a jugar un papel definitorio como instrumento de dominación bien sea de una clase económicamente rica y poderosa (Plutocracia), o una clase políticamente fuerte (Oligarcas), de modo que en nombre del capitalismo individualista, el poder del Estado está en manos de los ricos o de una clase acomodada, también llamada Burguesía.
En el socialismo, invocando una supuesta igualdad entre los miembros de una sociedad, el Estado invade todos los espacios de la vida social y personal desde el punto de vista material y hasta espiritual por considerar que la religión, cualquiera que sea, es alienante y afecta la mente de los seres humanos.
La socialdemocracia, si bien tiene un carácter colectivista dada la amplia participación del Estado, mantiene sin embargo, los principios de la democracia. El socialismo Marxista los suprime, justificándola como una necesidad histórica para lograr la redención social y poder moldear “un hombre nuevo”, sumiso y obediente a los designios de un lider carismático o de una camarilla política.
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