El nuevo presidente no se ha mostrado demasiado entusiasmado por involucrarse en el país, pero sus principales asesores diplomáticos han abogado por políticas de "máxima presión".
Con el inicio oficial del nuevo gobierno de Trump, millones de venezolanos en Estados Unidos y en el exterior esperan ver qué enfoque adopta el nuevo presidente hacia el país sudamericano. Pero mientras algunos halcones esperan una postura más dura por parte del nuevo gobierno estadounidense, los expertos creen que puede que no haya muchos caminos realistas para que Estados Unidos genere directamente un camino hacia una Venezuela democrática.
La postura de Donald Trump sobre Venezuela antes de su segundo mandato ha sido un tanto impredecible. Por un lado, el nuevo presidente no ha sonado demasiado entusiasmado con la idea de involucrarse en el país, diciendo el mes pasado «no tenemos que comprar energía de Venezuela cuando tenemos 50 veces más que ellos».
Sin embargo, algunas de sus acciones recientes sugieren que el republicano podría volver a una postura de línea dura, o posiblemente tomar medidas aún más drásticas contra el régimen de Maduro. Durante su primera administración, Trump impuso una «máxima presión» sobre el gobierno venezolano, imponiendo sanciones, amenazas militares y reconociendo al entonces líder de la oposición Juan Guaidó como el presidente legítimo del país.
Daniel Raisbeck, analista de políticas sobre América Latina en el Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute, cree que las sanciones son una de las pocas vías realistas que tiene la administración Trump para ejercer cierta presión.
«En términos de vías que están abiertas… Hay muy poco que Estados Unidos pueda hacer, especialmente si no está dispuesto a intervenir militarmente. Por eso creo que [reimponer] sanciones siempre estará sobre la mesa», dijo Raisbeck a The Latin Times.
En cuanto a la intervención militar, Raisbeck dice que no la ve como una prioridad, dado que Estados Unidos tiene «intereses mucho más estratégicos», a saber, recuperar el control del Canal de Panamá y adquirir Groenlandia de manos de Dinamarca. Al mismo tiempo, el petróleo, uno de los principales productos básicos de Venezuela, no está en la mira del nuevo presidente, como el propio Trump dejó claro después de asumir el cargo.
Pero el columnista conservador del New York Times, Bret Stephens, parece no estar de acuerdo, y escribe que una de las primeras prioridades de Trump debería ser «derrocar al régimen de Nicolás Maduro, mediante la diplomacia coercitiva si es posible o la fuerza si es necesario».
Stephens cree que la administración Trump debería acercarse al régimen de Maduro ofreciéndole elegir entre el exilio permanente en Cuba o Rusia o enfrentarse a «una intervención militar estadounidense del tipo que en 1990 acabó rápidamente con el régimen del panameño Manuel Noriega».
Trump ha nominado a algunos críticos de Maduro para que desempeñen papeles clave en su gobierno entrante. Por ejemplo, el ex senador de Florida Marco Rubio fue confirmado oficialmente como Secretario de Estado, un halcón en materia de América Latina que ha sido una figura clave en el movimiento anti-Maduro. También ha nominado al congresista de Florida Mike Waltz como asesor de seguridad nacional y a Mauricio Claver-Carone como enviado especial para América Latina, dos figuras que también han sugerido una «máxima presión» sobre Venezuela en el nuevo gobierno.
«Venezuela, lamentablemente, no está gobernada por un gobierno, está gobernada por una organización de narcotráfico que se ha empoderado como un estado-nación», dijo Rubio en su audiencia de confirmación en el Senado el miércoles, calificando las elecciones del año pasado en Venezuela de «completamente falsas».
Hasta el momento, cuando comienza su nuevo mandato, el presidente ha permanecido bajo el radar en lo que respecta a Venezuela. El líder de la oposición, Edmundo González, fue invitado a la toma de posesión de Trump el lunes, y se unió al senador de Florida, Rick Scott, en el evento de Washington. Sin embargo, González y Trump aparentemente no se han reunido en persona y los planes estadounidenses sobre Venezuela siguen sin estar claros.
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