Académico. Steven Arthur Pinker es un psicólogo experimental, científico cognitivo, lingüista y escritor canadiense. Afirma que, pese al auge del populismo de derecha, esta tendencia tenderá a desaparecer. /Maxi Failla
Según su propia confesión, la publicación de "Los ángeles que llevamos dentro", un libro sobre la historia de la violencia publicado en 2011, fue para el lingüista, escritor y psicólogo cognitivo Steven Pinker una suerte de revelación. “Usé datos y estadísticas para demostrar cómo la violencia había ido disminuyendo a lo largo de la historia. La mayoría de la gente ignora este hecho, y hasta ese momento yo tampoco lo sabía. A partir de ahí, se me ocurrió que podíamos aplicar este procedimiento a muchísimos otros índices que afectan el bienestar de las personas: pobreza extrema, enfermedades infecciosas, analfabetismo, tiempo libre. No importa el campo: cuando uno mide su evolución a lo largo del tiempo, se observa que todos han mejorado”, explicó en diálogo con Clarín durante su reciente paso por Buenos Aires, adonde llegó para dar una serie de charlas invitado por el Programa Argentina 2030 de la Jefatura de Gabinete de Ministros.
El producto de ese descubrimiento se volcó en su más reciente libro, "En defensa de la ilustración" (Paidós, 2018), donde Pinker volvió a calzarse los guantes y salió a plantar batalla de frente a los agoreros del Apocalipsis; en su decir, académicos, intelectuales y críticos que sienten que todos estamos tocando el violín sobre la cubierta del Titanic.
Pinker cuenta con una larga trayectoria en el campo de la lingüística y la psicología (es actualmente profesor Johnstone de Psicología de la Universidad de Harvard), pero en los últimos años su notoriedad como intelectual está asociada a su militancia a favor de la idea de que, a pesar de todo lo que nos dicen, el mundo realmente está mejorando.
-¿Por qué es tan difícil ver que la humanidad está progresando?
-Tiene que ver con los sitios de donde la mayoría de nosotros obtiene información y conocimiento. Si tus fuentes de información son el periodismo, o el relato histórico, que se enfocan en las cosas que están mal, pero no tanto en las que salieron bien, uno obtiene una visión sesgada de lo que ha ocurrido a lo largo de los siglos.
-Si es obvio que todo está mejorando, ¿a qué se debe el alza en el populismo de derecha que se observa en la actualidad?
-En parte se debe a que su discurso no ha sido refutado por la izquierda y el centro. Ellos también niegan que la humanidad está progresando, a veces de forma tan enfática como los otros. No ha habido un contraargumento que pudiera oponerse a la retórica distópica que emplean políticos como Donald Trump, por ejemplo. Para entender el fenómeno del populismo, hay que hacer hincapié en que su ascenso de debe más a razones culturales que económicas. Gente que siente que se le ha faltado el respeto, y que todo el capital moral de las sociedades contemporáneas es monopolizado por las mujeres, las minorías raciales y sexuales, y los inmigrantes. El hombre blanco ha sido abandonado a su suerte. En ese sentido, es casi como un “movimiento del orgullo”.
-¿Qué futuro le ve a ese fenómeno?
-Su atractivo va a bajar a medida que su principal componente demográfico empiece a desaparecer. El populismo no tiene mucho consenso entre los jóvenes o la población con mayores índices de educación, ni tampoco en las ciudades. El mundo se está urbanizando cada vez más y la gente va camino a ser más educada. En última instancia, las tendencias a largo plazo apuntan a su extinción. Pero por ahora, es algo con lo que debemos convivir, sobre todo cuando hay recompensas electorales claras para quienes lo hacen. Es el caso del Colegio Electoral o el Senado de EE.UU., donde la representación no está basada en la cantidad de población sino que es por región, y así se les da presencia a ciertos sectores rurales que se sienten atraídos por ese tipo de mensaje.
-Tras el surgimiento de Trump, hay analistas que hablan de que se ha producido una suerte de ruptura del consenso en EE.UU. acerca de qué es la realidad objetiva. Hay segmentos de la población que directamente no creen en nada que provenga de la ciencia y la academia.
-No estoy de acuerdo con que se haya producido una especie de “ruptura epistemológica”, por decirle de alguna manera. La mentira existe desde que existe el lenguaje. Hay instituciones que tratan de aproximarnos a la verdad, buscando superar la tendencia humana a creer mitos alineados con sus propios intereses. Y hay momentos en que esos mitos pueden volverse abrumadores, y le presentan batalla a estas mismas instituciones. Si bien es obvio que hay una falla en el sistema, dada la forma en que Trump ha logrado manipular estas mentiras de forma tan hábil, hay que señalar que también existen esfuerzos por fortalecer esas instituciones. Vemos la emergencia de organizaciones de fact-checking (comprobadores de datos), que hace 25 años no existían, como Wikipedia, por ejemplo. Se han vuelto increíblemente exitosas, si bien no triunfan siempre. Pero eso no quiere decir que la sociedad esté alejándose de la idea de verdad. Siempre ha habido propaganda, turbas enfurecidas, teorías conspirativas.
-¿Puede un libro basado en argumentos racionales y apoyados en datos comprobables incidir en un ambiente tan polarizado como el actual?
-Entre gente muy apegada a principios ideológicos dogmáticos, siempre ha habido resistencia frente a la idea de la verdad. Es el caso de la religión, una serie de creencias basadas en la fe, que por su propia definición, se trata de basar cosas sin debate ni evidencia. Y la ideología política también es un factor que existe desde siempre.
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