Mucho se dice sobre los que se quedan y los que se van, pero ambos bandos comparten un punto en común: la incertidumbre.
La misión de quienes están fuera y mantienen la conexión con su tierra es visibilizar la crisis y aportar lo más que pueden para ayudar a los suyos.
Yorli Mendoza, socióloga egresada de la Universidad Católica Andrés Bello y galardonada por su trabajo Tunneling Power para un Máster en la London Colleague Comunication cuenta a PRODUCTO cómo la escasez afecta a los emigrantes y la visión que tienen los jóvenes venezolanos de su futuro. El optimismo puede, incluso, sorprender.
Si vivir en Venezuela es difícil, hacerlo fuera puede ser una experiencia tan enriquecedora como cuesta arriba. Quienes se van del país cargan en su maleta –además de la nostalgia y la incertidumbre-, la responsabilidad de reponerse rápido del duro golpe de la inestabilidad inicial. No sólo por ellos mismos, sino por quienes se quedan con la esperanza de que algo de ese ansiado bienestar les llegará en una caja o una remesa.
Yorli Mendoza es sociólogo, graduada en la Universidad Católica Andrés Bello y forma parte de ese grupo de venezolanos brillantes que andan por el mundo. Aunque la causa de su migración no tiene que ver con la situación socioeconómica del país, sus esfuerzos profesionales están enteramente dirigidos a documentar lo que pasa con sus compatriotas, tanto dentro como fuera de Venezuela y cómo los afecta la crisis.
“Yo me fui hace 12 años del país. Me gradué en la Católica de socióloga y siempre había querido vivir fuera de Venezuela para conocer el mundo y tener otras experiencias. Me fui a Inglaterra a estudiar inglés y luego hice un máster en Métodos de Investigación Social. Vengo a Venezuela una vez al año, pero tenía tres años sin venir, regresé luego de terminar un segundo Máster en Fotografía Documental y Periodística en el London Collegue Comunication, que une la investigación social con la fotografía”.
El desasosiego del que se va
Saber las penurias que viven los familiares y amigos en Venezuela, empaña la calidad de vida que pueden obtener quienes viven fuera. Mantenerse constantemente pegados al teléfono sedientos de las noticias que afectan la cotidianidad de la familia, lidiar con la culpa de disfrutar de cosas o experiencias que aquí ya sólo son un recuerdo, trabajar para enviar algún dinero que pueda mitigar las necesidades o ayudar a conseguir una medicina, forman parte del día a día del que construye una vida con el corazón partido.
A esta realidad le dedicó su proyecto de grado del primer Máster que Mendoza estudió en Londres.
Tunneling Power es el nombre de la investigación audiovisual que estudia el efecto que tiene la escasez en Venezuela sobre sus migrantes. “Comencé a hacer la investigación sobre cómo la escasez en Venezuela afecta a las personas que viven fuera de ella. Yo no podía entender como un país que exportaba petróleo, ahora importa cajas de ayuda. Las conversaciones entre los venezolanos se han convertido en inventarios de los que les falta a los familiares”.
Mendoza pudo determinar que los temas recurrentes son los altos precios de los productos, la ausencia de bienes esenciales en los mercados y la necesidad recurrente de medicinas y alimentos, lo que genera un patrón que está documentado en el libro “ESCASEZ: ¿Por qué tener poco significa tanto?” de Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir, en el que se expone que la escasez produce un efecto de túnel en el que el afectado se obsesiona con el objeto necesario hasta encontrarlo.
“Mi idea era llevar este trabajo a Inglaterra para que en Europa se pueda entender en qué consiste la crisis venezolana. Lo que hice fue lo que se llama Double Exposure. La idea era entrevistar a las personas sobre cómo se sentían sobre la situación del país. Eso arrojó imágenes dramáticas que yo mezclé con túneles, traduciendo el dolor venezolano en imágenes. Hice un documental de 7 minutos que cuenta cómo cada uno y su familia viven esta crisis”.
Para darle peso al documental, la socióloga creó un túnel lleno de las fotos en blanco y negro, con algunos detalles coloridos que representaban aquellas cosas que los 10 entrevistados enviaban a sus familiares para recordarles que se puede tener una vida mejor, aunque estos artículos no sean estrictamente necesarios.
“El concepto es que necesitas encontrar algo que los ayude a escapar. Sin querer nosotros hacíamos eso, darles algo que los ayudara a escapar. Las personas tenían que pasar por el túnel y ver las historias de cada uno, y al final entendían de qué va nuestra situación. Por este proyecto me gané la distinción del más sensible y mejor concepto visual”.
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