Si un visitante desprevenido no se aleja de ciertos circuitos citadinos, puede pensar que la crisis humanitaria que leyó en la prensa internacional antes de llegar a Venezuela es sencillamente una exageración.
Podría pasar por alto el hecho de que está en un país donde los niveles de pobreza de ingresos son de los más altos de Suramérica, que padece la recesión económica más espantosa y jamás vista por ningún otro país de América Latina, y donde la escasez, los racionamientos eléctricos y las calles desiertas le harían recordar las historias sobre la Cuba del Periodo Especial, empeorado en nuestro caso a consecuencia de la violencia y la inseguridad.
En el país donde la miseria toca la puerta de la inmensa mayoría de sus habitantes, nuestro despistado visitante podría comprar exquisiteces culinarias en varios y selectos establecimientos comerciales, degustar comidas y buenos tragos, así como visitar paraísos naturales, cuyas imágenes serán la envidia de sus amistades, y todo ello a precios convenientemente accesibles en divisas a cambio paralelo. Para nuestro visitante imaginario pasarán desapercibidas las escenas de quienes comen de la basura, de los que padecen el caos de los servicios públicos, de las madres y padres que no tienen cómo enviar a sus hijos a la escuela, de los enfermos que no consiguen los tratamientos, en definitiva, de los hogares que no saben si alguna vez terminará esta crisis.
Claramente, quien no salga de la cúpula de la Venezuela minoritaria que vive en dólares no conocerá la otra que sobrevive en bolívares. Esta situación no sólo acompaña nuestro presente, sino que, lo más importante, no va a cambiar tras las medidas económicas anunciadas recientemente.
¿Cómo es posible que en el país de las desgracias convivan dos realidades tan diferentes? ¿De qué tamaño es esa desigualdad? ¿Por qué la crisis de unos pareciera ser el beneficio de otros? ¿Cuáles fueron los factores que convirtieron a Venezuela en un lugar de contrastes y diferencias tan vulgares? ¿Qué podemos esperar que ocurra con la desigualdad social después de los anuncios del 17 de agosto?
Hay varias formas de responder a estas preguntas. Se puede apelar a la historia de los países que han vivido socialismos totalitarios, como el nuestro, y allí veremos cómo los sistemas de controles y privilegios asociados a las economías estatizadas van generando estamentos sociales (no es posible definirlas como clases, porque son impenetrables), cuyos estilos de vida, acceso a bienes y placeres distan mucho de parecerse al promedio cotidiano de las mayorías, por lo general, empobrecidas. Adicionalmente, en estos países difícilmente ocurren cambios económicos importantes sin que medien cambios políticos; en otras palabras, para estos gobiernos refractarios a las críticas y represivos de la oposición les resulta casi imposible enmendar y, cuando lo hacen, lo hacen mal o a medias.
Otra forma es ampararse en la teoría social y económica para darnos cuenta de cómo, casi con independencia de los contextos históricos, la supresión de la libertad en nombre de la igualdad termina generando sociedades serviles, muy desiguales entre los favorecidos y los empobrecidos, aunque igualadas por la pobreza de la mayoría.
Son sociedades que, por el tipo de relación Estado-sociedad, se asemejan o reproducen sistemas pseudofeudales, donde la desigualdad entre las “cúpulas” y los “pobres” se justifica por las relaciones de protección que se desprenden a partir de políticas públicas o sistemas distributivos (cupos de consumo o subsidios de precios) que, en nuestro país, y para entendernos, se llamarían “cajas CLAP” o ventajas asociadas al “Carnet de la Patria”.
De esta situación es poco probable salir sin una medicación política. La relación neoservil no es más que un modo de control social y permanencia en el poder, sesgo que ha acompañado a todas las políticas públicas del gobierno de Nicolás Maduro y que, como veremos, tampoco le es ajena a los anuncios del pasado viernes 17 de agosto.
Para el caso del presente trabajo, vamos a dimensionar el problema de la “nueva desigualdad” social en Venezuela apelando a la evidencia empírica que nos aporta el sistemático levantamiento de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) que, desde 2014, han realizado un conjunto de universidades del país y que, por ahora, es la única fuente de información que permite conocer de manera cuantitativa la situación social de Venezuela[1].
Leer mas: http://www.digaloahidigital.com/articulo/venezuela-es-el-pa%C3%ADs-m%C3%A1s-desigual-del-continente-%C2%BFqu%C3%A9-pasar%C3%A1-con-la-desigualdad-social
No hay comentarios.:
Publicar un comentario