Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Pedro García Otero: La economía venezolana entra en el ojo del huracán

Hace exactamente un año, el 21 de septiembre de 2016, la cotización del dólar según la página web DolarToday (que a pesar de toda la propaganda en contra por Gobierno de Nicolás Maduro es la referencia del precio de la moneda estadounidense en Venezuela, es decir, de los negocios), era de 1.008 bolívares. Desde hace un año, la moneda ha perdido 95,6 % de su valor; hoy cotiza a 22.938 bolívares, y el miércoles estuvo más baja aún.

El 19 de abril de 2013, cuando Maduro asumió el Gobierno formalmente, tras la muerte de Hugo Chávez, y en una elección cuya limpieza aún está en entredicho, la moneda venezolana se cambiaba a 24,8 unidades por dólar, lo que significa que desde ese momento, el bolívar ha perdido 99,8 % de su valor.

Nada que sorprenda, tomando en cuenta que la masa monetaria que había en 2013 era apenas 0,7 % de la que existe hoy; y que en el último año, según estadística del Banco Central (es prácticamente la única cifra que aún publica), ha crecido 450 %.

Con semejante desbarajuste monetario, no extraña, tampoco, que la canasta básica medida por el Centro de Análisis de los Trabajadores (Cendas, porque el BCV ha dejado de publicar las cifras de inflación) se haya incrementado en 295 % en este último año, mientras desde abril de 2013 el incremento es —agárrense— de 36.708 %.

Solo esto bastaría para explicar el desastre que es la economía venezolana bajo el Gobierno de Maduro. Pero los números no dicen, en realidad, de los sufrimientos de los ciudadanos de un país que huyen adonde sea para no soportarlo. Ni siquiera reacciona al estímulo inflacionario, que todos los economistas reconocen, pues la gente protege su dinero con la compra de bienes, normalmente no perecederos, moviendo la economía. Y el estímulo no se produce por una razón muy sencilla: No hay confianza, ni bienes que comprar.

El país lleva cuatro años de contracción económica, es decir, de caída continuada de la cantidad de bienes y servicios que produce. Además, nadie invierte un dólar, o un bolívar, en Venezuela, si puede evitarlo. Un corredor amigo me dice que en el último año, el valor de los inmuebles (principal patrimonio de la clase media) ha caído 70 %.

Cuando habla sobre economía, Maduro siempre se jacta de haber “mantenido” el gasto público, sin percibir, en apariencia, que justamente el gasto público es el responsable de esto. La inflación se está acelerando: Según el Cendas, fue de 39,4 % en agosto, último mes del que lleva registro.

Los precios están acelerándose hasta empujarnos a todos a la hambruna que viene creciendo; pero en el mismo momento en que escribo esta nota, Maduro ejerce lo que él entiende por gobernar, es decir, participa en una transmisión televisiva. Casi todos los días lo hace al anochecer; parece lo único en lo que ocupa su tiempo.

Hoy las noticias en Caracas no pueden ser más devastadoras. Pero la disquisición de Maduro es sobre “la potencia económica, que solo tenemos los venezolanos. 30 mil comunidades organizadas con los CLAP”. Es decir, estamos frente a un hombre que no tiene idea de cómo resolver la situación, y no le importa; su único objetivo es seguir mareando la perdiz.

Siempre fantaseo con que, cuando culmina su transmisión televisiva diaria, o quizás los domingos en la noche, Maduro pide un trago, en Miraflores, o donde demonios sea que tenga su residencia (no se conoce con certeza, el miedo es libre); que se tira en su sillón favorito a ver Aquí no hay quien viva (ha confesado ser fanático de la serie), sonríe y piensa: “Sobreviví hoy” o “sobreviví otra semana”, y sorbe otro poquito de whisky, o de un buen ron venezolano, con bastante hielo y un chorrito de limón.

No tenemos un presidente. Tenemos un aferrado.

Las cosas solo pueden empeorar. Pero, ¿estallarán?

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