Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 30 de mayo de 2016

Thaelman Urgelles: 40 Píldoras sobre el Diálogo

1. El diálogo es una de las actividades más usuales de la política. De hecho, cuando ella se desarrolla en escenarios democráticos es, junto con el debate civilizado, la esencia del oficio político, su sal y pimienta, su alfa y omega.

2. No debe, por ello, alarmar a nadie cuando unos políticos ejercitan el diálogo como método para aproximarse a la consecución de sus objetivos, sean ellos estratégicos, tácticos u operativos.

3. Por supuesto que, cuando el escenario no es democrático, o cuando la política se desenvuelve en su fase posterior –la guerra- el diálogo adquiere características muy diferentes al que se efectúa en democracia. Es conocido que uno de los componentes más antiguos y cruciales de la estrategia bélica, desde que la guerra existe, es la diplomacia.

4. El escenario no democrático es en el que hoy se habla de diálogo en Venezuela, y en su promoción y gestión se encuentra empeñado un cada vez más poderoso entramado internacional de intereses, naciones y personajes.

5. Pero que el diálogo esté siendo planteado en un escenario no democrático, o netamente dictatorial como el que vivimos en nuestra patria, no significa que él sea una mala palabra o anatema al cual no se pueda acudir sin caer en los manoseados “colaboracionismo”, “traición” y otras zarandajas divulgadas desde el exterior para desacreditar a los actores que legítimamente conducen dentro de Venezuela nuestro esfuerzo hacia la democracia.

6. Dialogan los que tienen diferencias. Los que tienen pleno acuerdo celebran, brindan o cenan juntos. Quienes tienen diferencias irreconciliables dialogan también, en ocasiones para buscar desesperadamente un acuerdo y en otras para dejar claro que no hay diálogo posible y arrojar sobre la contraparte la culpa de ello.

7. No hay dudas de que la trágica situación que atraviesa Venezuela pone sobre la mesa la necesidad teórica de un diálogo. Pero también existe una larga experiencia acerca del modo como el perverso régimen apela a ese recurso y lo manipula en su favor, cada vez que se ha visto colocado contra las cuerdas por la situación política, social y económica o por las acciones de la oposición.

8. Está suficientemente claro que la gestión de diálogo en Venezuela que hoy encabezan los ex-presidentes Zapatero, Fernández y Torrijos, con la servil amanuencia del impresentable Samper, es una trampa montada por el régimen y sus perversos asesores foráneos para conducir a la MUD hacia un túnel en el que deba renunciar a su mayor -y casi única- ventaja estratégica, que no es otra que el Referendo Revocatorio en 2016, fundamentado en la voluntad de cambio de nuestro sufrido pueblo y en la confianza por él depositado en la alianza unitaria y sus principales líderes.

9. Tal constatación no significa que la MUD deba hacer un desplante al taimado llamado de los ex-presidentes y negarse siquiera a escuchar qué es lo que se traen entre manos. Los procesos políticos poseen un complicado tramado de operaciones y maniobras, cuya ejecución a menudo requiere de un complejo y medido repertorio de acciones, donde hasta el orden en que se ejecutan las jugadas puede conducirte hacia el éxito o el fracaso. Como en el ajedrez, o más modestamente en el dominó.

10. Es también obvio que la finalidad (inicial o última, expresa u oculta) de todo diálogo entre partes opuestas es la negociación. Aunque las dos partes lo nieguen y aunque el clima inicial de los encuentros sea crispado y hasta violento, las partes piden un diálogo o acuden a él porque encuentran que su confrontación está estancada y necesitan lograr algunos objetivos o posiciones que sólo pueden obtener de la otra parte, por supuesto entregándole algo a cambio, aunque nadie descarta obtener lo que busca a cambio de nada o muy poco.

11. Esto lleva al punto de los temas o agenda del diálogo. Cada parte lleva a la mesa un conjunto de planteos que desea discutir con su contraparte y es normal que cada uno los jerarquice según su importancia. Eso convierte a los temas en puntos negociables o puntos irrenunciables. La habilidad de los negociadores y su pericia para manejar la información hacia afuera puede aclarar o confundir a terceros, y a su propia contraparte, sobre cuál es su objetivo principal en el diálogo.

Leer mas: http://www.costadelsolfm.net/2016/05/30/thaelman-urgelles-40-pildoras-dialogo/

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