Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Una visita al mercado de Los Filúos (I Parte)


Calles de arena y un fuerte olor a aguas estancadas bordea el mercado de Los Filúos, en la Guajira venezolana. El calor es unánime. Adentro, una niña wayuu fríe pescado para el almuerzo; los carneros cuelgan, desollados, de las vigas que sostienen el techo de zinc. Una ojeada general por las mesas basta para ver los productos que escasean en Maracaibo: aceite, jabón de baño, harina de maíz.

Desde que el presidente Nicolás Maduro decretó en agosto pasado el estado de excepción en la frontera colombo-venezolana, las cosas cambiaron para los comerciantes informales. Y para mal, porque cada vez tienen que menos productos que ofrecerle a su clientela.

En la madrugada del 9 de agosto, día internacional de los pueblos indígenas para mayor ironía, el Gobierno nacional activó la Operación Liberación y Protección del Pueblo (OLP) en Los Filúos. El general Tito Urbano Meleán, comandante de la Zodi-Zulia, dio el parte oficial: desmantelaron la banda Los Filuítos; incautaron 14 armas de fuego, productos de primera necesidad, 176 mil litros de gasolina y dos mil cajas de cerveza. Un gran éxito para las autoridades.

"La OLP se nos llevó la mercancía y el dinero. Y todo sigue igual", contrasta Cornelio, dueño de un tarantín. Es sábado 24 de octubre, día de fiesta regional, y en Los Filúos parece lunes: multitudes haciendo compras, pagan con billetes de 50 y 100; otros abordan camiones y buses en dirección a Colombia para votar en las elecciones locales del día 25. Quince mil bolívares por elector. El viaje, por supuesto, se hace por las trochas.

Cornelio comenta que después de los allanamientos de la OLP el contrabando pasa directo a Maicao. Trescientos carros por noche, calcula. La mercancía se encareció porque cada vez es más difícil trasladarla de Maracaibo a la Guajira. Si los wayuu llevan tres paquetes de harina o arroz, tienen que dejar uno en el puesto militar del Puente sobre el Río Limón. Un paje no oficial.

"Los comerciantes más pobres son los que más sufren", denuncia el comerciante. Han llegado al punto de venderse entre sí los productos que cada uno necesita. Un trueque pagado. Si a Cornelio le falta pasta, su vecino le ofrece cada bolsa en 350 bolívares y él la revende a 400. "Aquí, por ejemplo, un profesional gana 12 mil bolívares, y un paquete de arroz cuesta 400".

Peor que antes
La OLP llegó al hogar de Nuncia —donde funciona su abasto— a las 3.00 de la mañana del mismo día, 9 de agosto. Cinco militares la obligaron a abrir las puertas. “Recoja lo que pueda, señora, porque el resto nos lo vamos a llevar”, le dijo uno de ellos.

Desde hace 47 años vende café, agua, refrescos y otros productos de primera necesidad. Ya no viaja a Maracaibo a comprar mercancía. Le da miedo. Se abastece de los bachaqueros que se dignan a hacer pequeñas transacciones con ella. “Los militares me preguntaron con quién vivía, yo les dije que con una nieta, después entraron y sacaron las cosas”.

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