EE.UU. marca presencia en la zona en apoyo de aliados como Japón, Filipinas y Vietnam. Si bien China no es parte de todos los diferendos, la tensión ha crecido desde que comenzó a crear islas artificiales y zonas de defensa aérea.
Los mares del sudeste y este asiático ven por estos días cómo desfilan con cada vez más frecuencia los buques más poderosos de la región y de Estados Unidos, en la medida que se intensifican las disputas territoriales que involucran a China y otros países de esta zona clave para la economía mundial.
El gobierno de Beijing, por ejemplo, reclama la mayor parte del Mar del Sur de China, ante lo cual sus vecinos más débiles han estrechado los lazos militares con Washington, que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial es la mayor potencia naval del Pacífico.
A estas disputas anteriores, se suman las que existen entre Japón, Corea del Sur y China, donde también están comprometidas rutas de navegación y la existencia de posibles recursos energéticos en el fondo marino.
Más que pensar en acudir a cortes internacionales o resolver las diferencias en foros regionales, lo que está primando es ocupar todo territorio posible de ser copado y acompañar esto de un despliegue militar.
"La creciente fuerza de China le ha dado los recursos para hacer algo respecto de los reclamos que ha mantenido durante largo tiempo. Los otros países, como Japón, Vietnam y Filipinas, se dan cuenta de que si esperan para resolver las disputas, solo darán a China mayor ventaja, porque su poder seguirá creciendo mientras que la fuerza de ellos no podrá seguirle el ritmo y su posición podría diluirse", explicó a "El Mercurio" Timothy R. Heath, experto en defensa en Asia de la Rand Corporation.
El abismo entre las partes quedó en evidencia esta semana, cuando los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático no fueron capaces de emitir una declaración conjunta durante un foro de Defensa regional.
Y aunque el pasado 29 de octubre el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya falló a favor de Filipinas al considerarse competente para juzgar sobre la soberanía de algunas de las islas Spratly, Beijing no reconoce esa instancia.
Es más, China está reforzando sus reclamaciones construyendo islas artificiales sobre arrecifes y bancos de arena que en muchos casos quedan bajo el agua cuando hay marea alta. Una vez que crea un nuevo territorio, lo rellena con pistas de aterrizaje, muelles, radares y otras instalaciones militares.
En la medida más desafiante a la fecha, Estados Unidos envió un destructor a patrullar dentro del área de las 12 millas náuticas de una de estas islas artificiales, solo para remarcar el punto en que no se puede reclamar derechos soberanos sobre la base de construcciones artificiales y menos impedir la libre navegación.
Por si no quedó claro el mensaje y para tranquilidad de los aliados de Estados Unidos, el secretario de Defensa, Ashton Carter, surcó el mar del Sur de China esta semana en un portaaviones.
Aunque el diálogo se mantiene, Beijing ya advirtió sobre el peligro de "un incidente menor que provoque una guerra".
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