Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Dénme mi hallacaEliana Pineda A. / Periodista 


El olor a plátano y harina de maíz, el alboroto en la cocina y el comedor, regados con las hojas de bijao, los ingredientes, diversas manos, varios corazones y cerebros inspirados, pertenecientes a un mismo núcleo familiar, hermanados por la consanguinidad o por la vida, laborando en medio de villancicos, gaitas y parrandones, salpicados con cerveza, vino o ponche crema, constituyendo la imagen de una de las principales tradiciones navideñas venezolanas: la preparación de las hallacas, plato típico de la mesa decembrina en el país, ritual amoroso, repleto de poesía, fe, unidad, paz y amor.

Este año esa celebración feliz y dicharachera, que une e integra, disipando desamores, imbuida de alegría y espontaneidad, exaltando las costumbres culinarias nacionales está en peligro de extinción, a punto de desaparecer, en alto riesgo, debido a la alarmante crisis económica que atraviesa Venezuela. Con una inflación, considerada entre las más elevadas a escala mundial, acumulada desproporcionadamente en los dos últimos años, generando en la actualidad que los presupuestos familiares no estén en capacidad de financiar este tradicional plato navideño, característico de nuestro acontecer sociocultural.

"Es muy lamentable lo que está ocurriendo, jamás creí que no se pudiera hacer una hallaca en Navidad por la carestía y carencia de los ingredientes", exclama mi hermana Nena, quien cada Navidad se enorgullece de preparar este rico alimento con masa a base de plátano, tal y como lo aprendimos de nuestros abuelos y padres nativos del Sur del Lago de Maracaibo. Es doloroso, no se consigue ningún ingrediente, las gallinas cuestan el triple de navidades anteriores, es un peligro para el bolsillo financiar este tradicional bocado, cuyos ingredientes han desaparecido de los estantes comerciales, convirtiéndose en un pastel excéntrico y sofisticado difíciles de adquirir.

Es sumamente desgarrador que ni siquiera a esta jornada sencilla de preparar hallacas, ejercitada cada final de año como hecho costumbrista, propio de nuestros orígenes indómitos, tengamos el placer de saborear como venezolanos. La hallaca ha sido siempre una comida con sabor a pueblo y ese mismo pueblo valientemente reivindicará este cercano 6 de diciembre el derecho que tenemos como ciudadanos libres y prósperos de comernos una hallaca. Denme la mía.

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