Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

martes, 30 de junio de 2015

Se deteriora el liderazgo brasileño, por Felix Arellano - FELIX ARELLANO

Pero la situación está cambiando y crecen las contradicciones. Ahora estamos conociendo que el proyecto populista de Lula se fundamentaba en un gran despilfarro, una profunda corrupción que involucra a muchos sectores y muy poca transparencia. A medida que avanza la investigación del caso Petrobras, crecen los involucrados y se acerca peligrosamente a la cúspide del gobierno

Son muchos los que consideran que Brasil está llamado a jugar el papel de potencia, no solo de carácter medio, sino global. Sus dimensiones geográficas, crecimiento económico y vocación de globalidad; representan las bases de un creciente liderazgo; empero, recientemente está enfrentando serias contradicciones a nivel interno e internacional que limitan su posicionamiento a escala mundial. Por otra parte, la estrecha y poco transparente relación con el proceso bolivariano pareciera que también está generando mayores complicaciones.

De los años fundacionales proviene la expresión del espíritu bandeirante del pueblo brasileño, vinculado a la búsqueda de mayor territorio que, en efecto, fue creciendo progresivamente. Haber recibido a la casa real de los Braganza de Portugal en exilio, fortaleció aún más su orgullo y visión de grandeza. Luego, con la democracia, ha estructurado una política exterior dinámica, muy activa en el plano regional y con vocación global. Caracterizada por una institucionalidad y recursos humanos de primer nivel, lo que le ha ganado un merecido reconocimiento internacional.

En el marco regional, tratando de consolidar su liderazgo, ha promovido varios proyectos geopolíticos de amplio alcance, como el Mercosur. Con la aspiración de lograr una región sólida económicamente y favorable a su diversificada oferta exportable, ha tratado de armonizar la Comunidad Andina y Mercosur. Para fortalecer su posición política, ha promovido instituciones como: la Comunidad Suramericana de Naciones, que luego fue transformada en UNASUR, y también el proyecto más amplio de la CELAC.

La larga hegemonía de Lula y su Partido de los Trabajadores, parecía que consolidaba el país y su liderazgo. Internacionalmente se integra en el Grupo de los Veinte y en el grupo de las potencias emergentes de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica). En este contexto, la gran aspiración de Brasil es formar parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidad como miembro permanente. A nivel interno se hablaba de reducción de pobreza y un boyante crecimiento económico.

Pero la situación está cambiando y crecen las contradicciones. Ahora estamos conociendo que el proyecto populista de Lula se fundamentaba en un gran despilfarro, una profunda corrupción que involucra a muchos sectores y muy poca transparencia. A medida que avanza la investigación del caso Petrobras, crecen los involucrados y se acerca peligrosamente a la cúspide del gobierno. La estabilidad de la Presidenta Rousseff se asienta en sus alianzas políticas en el marco del Congreso.

Los proyectos internacionales también se han debilitado, Mercosur enfrenta una de sus crisis más profundas y las instituciones regionales están generando más fragmentación que unidad.

Adicionalmente, la estrecha relación con el proceso bolivariano también debilita el liderazgo brasileño, que se presenta marcadamente mercantil, con una ética muy frágil. En el caso Venezuela, el gobierno de Rousseff pareciera comprometido con las fabulosas importaciones venezolanas y la colosal deuda; pero, poco sensible frente a la sistemática violación de los derechos humanos y el deterioro de la institucionalidad democrática.

En la reciente crisis generada por el mal trato que recibió la delegación de senadores democráticos, encabezados por el excandidato Aecio Neves, que visitó Caracas, con el objetivo frustrado de desarrollar una agenda de defensa de los derechos humanos, las contradicciones del gobierno brasileño fueron patéticas. Por un parte, la Cancillería (Itamaraty), con una postura institucional, condena el maltrato de los senadores; por la otra, la Presidenta Rousseff, más pendiente de un liderazgo ideológico en decadencia, cuestionó duramente la misión de los parlamentarios, una miopía que puede afectar aún más su estabilidad interna y el liderazgo brasileño.

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