La Constitución de 1999 ha sido sustituida en la ejecución legislativa y la interpretación jurisprudencial por la otra. Los "guardianes" de la Constitución a nivel judicial han abandonado su función y se han convertido en súbditos obedientes de los propulsores del paradigma socialista. Este es inspirado por Marx bajo la interpretación y la concreción de Lenin. Fue el que se implantó en los países donde existió el socialismo real. Es el modelo marxista-leninista de Constitución. Este modelo es colectivista. Lo colectivo se apropia y restringe la independencia y autonomía individual. Todo lo decide el Estado y el partido hegemónico. Esa sociedad socialista es "homogénea" y rechaza la diversidad y la pluralidad de actores. Por ello no existen derechos fundamentales de las personas. La carta de derechos se subordina a las metas a alcanzar por el sistema colectivista.
La Constitución socialista además es ideológica. Su guía es la doctrina marxista-leninista, a la que se concibe como ortodoxa, exclusiva y excluyente. Pretende un futuro donde los seres humanos se reconcilien en el reino de la "felicidad". Es una verdadera utopía donde las sacrificios del presente se justifican por la construcción de la fraternidad de hombres nuevos en el mañana. Cuba tiene 50 años esperando ese momento. Esa ideología justifica el poder de los amos, del líder supremo, de la "nueva clase". En este paradigma socialista la propiedad privada es restringida al ámbito personal, mientras los medios de producción son paulatinamente socializados, estatizados, bajo los eufemismos de propiedad social, propiedad colectiva, propiedad comunal y otros. No existe racionalidad económica basada en la eficiencia y la eficacia, solo racionalidad política, impuesta por el sistema de planificación centralizada.
La Constitución socialista, por otra parte, niega el principio de la división de poderes, básico en el paradigma democrático-liberal. El poder se concentra entonces en el líder y el partido. Las altas magistraturas del Estado son ocupadas por los máximos dirigentes del partido hegemónico. De allí la tendencia hacia la personalización del poder cuando los líderes están vivos y el surgimiento del culto a la personalidad cuando mueren.
En definitiva, la Constitución socialista tiene su fuente de legitimidad en un modelo de democracia que puede catalogarse de totalitaria, pues se rechaza el pluralismo político. La Constitución socialista está fundamentada en una visión conflictiva del poder en torno a la lucha existencial amigo-enemigo. No hay competencia real por el poder. Todo se reduce a una hostilidad enfermiza hacia la oposición política, a la que se relega a la condición de disidencia.
La crisis política, económica, social y moral que Venezuela vive en estos momentos es una consecuencia de la aplicación por la fuerza de esta Constitución sociológica, que relega e ignora a la que los venezolanos refrendaron en 1999. Lo que ocurre en la Venezuela de hoy, que afortunadamente ya el mundo entero conoce, es la consecuencia del desprecio olímpico de su patrón democrático-liberal de Constitución. Por eso se violan los derechos humanos, se utiliza la violencia, se desconoce el pluralismo político, se criminaliza la protesta, se violan las leyes nacionales e internacionales, no se respeta la división de poderes y, en última instancia, no se concibe al diálogo como mecanismo para la solución de conflictos porque a los "enemigos" no se les escucha, sino que simplemente se les aniquila. Es evidente, entonces, que solo cuando los venezolanos demos plena y única vigencia al texto constitucional de inspiración democrático-liberal que nos dimos en diciembre de 1999 y respetemos plenamente los principios de supremacía y rigidez constitucional podremos superar la crisis que nos está destruyendo. En suma, solo tendremos justicia, paz y desarrollo cuando tengamos una sola Constitución acatada por todos.
Fuente: http://www.laverdad.com/
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