29.12.25

Milagros Socorro: Una bóveda de cristal y la reingeniería del control civil en Venezuela



Mientras Venezuela celebraba la Nochebuena de 2025, el régimen ejecutaba en la sombra la mayor operación de captura de datos civiles de su historia reciente. Tal como ha sido la norma desde la llegada del chavismo al poder —aprovechar los momentos de distracción nacional o asueto para instrumentar medidas de control irreversibles—, entre las 11 de la noche del 24 de diciembre y la madrugada del 26, el monitoreo técnico de las redes estatales confirmó una migración masiva y coordinada de servidores. En el silencio de la Navidad, el SAIME, la banca pública y la plataforma Patria fundieron sus bases de datos en un solo nodo centralizado.

Muchos usuarios se han preguntado por qué internet estuvo inusualmente lento para acceder a páginas gubernamentales el 25 de diciembre, un día festivo. En un día sin usuarios, las páginas deberían volar. Si estuvieron lentas o dieron errores de timeout es porque el servidor estaba ocupado haciendo reindexación de bases de datos (moviendo millones de filas de una tabla a otra). Esa es la huella de calor de la migración que exponemos en esta nota.

El poder ha cerrado el círculo. Ahora tiene la capacidad técnica de ejecutar un —digamos— borrado civil automático para inhabilitar “legalmente” a cualquier ciudadano desde un solo tablero de control, sin necesidad de jueces ni expedientes físicos.

Por razones de seguridad, las identidades de los especialistas en ciberseguridad y análisis de datos que colaboraron en el monitoreo técnico de esta investigación, y que advirtieron lo que se está llevando a cabo, se mantienen bajo reserva. Por eso, los hallazgos presentados son hechos técnicos verificables que trascienden la narrativa oficial de “mantenimiento rutinario”.

La nueva arquitectura de las plataformas estatales

El comportamiento tradicional del chavismo no ha sido solo el de una dictadura de fuerza bruta —que también—, sino el de un sistema de ingeniería social que usa el control administrativo como mecanismo de sumisión. Desde la Lista Tascón hasta el Carnet de la Patria, el régimen ha instaurado una práctica según la cual, para anular la disidencia, no basta el silencio absoluto, sino la dependencia absoluta. La arquitectura de las plataformas del Estado representa la culminación de este proceso: el paso de la vigilancia analógica a una infraestructura donde la identidad misma está condicionada por un sistema de algoritmos punitivos.

Lo que el chavismo pergeñó en esos días de diciembre no es una mejora tecnológica, sino una arquitectura de fusión total. Hasta hace poco, el Estado operaba como un archipiélago: el SAIME, la banca y el sistema Patria eran islas de información que rara vez se comunicaban en tiempo real. La nueva ordenación ha eliminado los puentes para construir un solo continente de datos. Han pasado de una estructura de compartimentos a una de nodo centralizado, donde un servidor madre —al que llamaremos Bóveda de Cristal— actúa como el gran validador de la existencia civil.

En términos prácticos, han diseñado un sistema de interoperabilidad punitiva: Una red nerviosa donde el flujo de información es circular y constante. Ya no se trata de bases de datos que se consultan; se trata de una sola entidad digital que respira al unísono, permitiendo que un dato capturado en un punto de venta se convierta, en segundos, en una orden de bloqueo en el registro de identidad. Han construido, en fin, un sistema donde la burocracia ya no necesita burócratas, sino algoritmos que deciden quién es ciudadano y quién es un fantasma administrativo.

La médula de esta operación reside en la validación cruzada en tiempo real. Al unificar los registros, el sistema detecta instantáneamente cualquier discrepancia en el comportamiento del ciudadano. Para asegurar que esta migración ocurriera sin testigos, se ejecutó una intervención quirúrgica en la infraestructura de red. El monitoreo técnico reveló una latencia selectiva en los nodos de salida internacionales, puesto que bloquearon el envío de denuncias técnicas mientras los portales oficiales saturaban la narrativa con propaganda festiva. Asimismo, se detectó el uso de inspección profunda de paquetes (DPI) para redirigir el tráfico de la prensa independiente hacia agujeros negros digitales. La DPI no es solo un bloqueo de páginas: el Estado “abre el sobre” de la información que viaja por internet para decidir si la deja pasar o la desvía.

Un freno civil automático

Un hallazgo crítico es la intervención de los nodos de la banca pública, cuyos protocolos ahora obligan a reportar el IMEI del teléfono y las coordenadas de geolocalización exacta del usuario en cada transacción. Esto convierte al consumo en una herramienta de delación, porque el régimen puede vincular tu ubicación con tu identidad en tiempo real.

Para la diáspora, esto se traduce en una capacidad de “borrado civil” selectivo: al cruzar registros migratorios con la banca nacional, el sistema puede suspender la identidad digital de ciudadanos críticos, impidiéndoles gestionar sus ahorros o propiedades desde el extranjero. Un venezolano en Perú o Miami, al intentar renovar su pasaporte, puede descubrir que su usuario “no existe” porque el algoritmo detectó que no tiene movimientos bancarios en Venezuela o que sus redes sociales son “de interés” para la inteligencia.

La Bóveda de Cristal no es solo un almacén de datos, sino una herramienta activa de intervención. El efecto más práctico es la pérdida de la autonomía administrativa. Al estar todo cruzado, un problema en un área puede bloquear las demás. Ya ocurre: si el sistema detecta que tu teléfono no coincide con tu ficha del SAIME, te bloquea el acceso al banco. Con la nueva centralización pueden impedir que compres gasolina, pagues servicios básicos o ingreses a un hospital público simplemente apagando tu ID en el nodo central. Es, en los hechos, un interruptor de ciudadanía.

Un corralito patrimonial digital

Otro efecto se producirá al unificar la data de la diáspora con el registro de la propiedad y la banca. Ya bloquean el acceso a cuentas bancarias desde el exterior a perfiles específicos. Con la Bóveda de Cristal podrán ejecutar expropiaciones digitales: si el sistema detecta que una propiedad pertenece a alguien que el registro migratorio marca como “fuera del país por más de X tiempo”, pueden congelar la ficha catastral e impedir cualquier venta o traspaso de forma automática, sin pasar por un tribunal.

También se abre la puerta a la geolocalización del pensamiento. En la actualidad, capturan el IMEI y el GPS en cada pago y cada inicio de sesión, lo que les permite saber en qué esquina estás cuando usas tu tarjeta o tu aplicación bancaria. En lo sucesivo, podrán aplicar algoritmos de asociación: si el GPS detecta que tres personas “de interés” coinciden en la misma coordenada geográfica —un café, una casa, una plaza— a la misma hora, el sistema puede generar una alerta automática de “reunión no autorizada” para los servicios de inteligencia. Es vigilancia física a través de infraestructura civil.

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https://www.costadelsolfm.org/

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