El 24 de julio de 1823, las aguas del Lago de Maracaibo fueron escenario de una gesta memorable: la batalla final entre las escuadras españolas, comandadas por el capitán Ángel Laborde, y el valiente general goajiro colombiano José Prudencio Padilla. Allí, entre el rugir de las cañoneras y el filo del acero, se selló la independencia de Venezuela.
Hoy, esas mismas aguas están heridas. El Lago de Maracaibo, que alguna vez ondeó libertad en cada ola, enfrenta una nueva batalla. Esta vez, su enemigo no llega con velas ni fusiles: lo llaman contaminación, una plaga silenciosa que asfixia sus aguas, bloquea la entrada de luz y oxígeno, y convierte sus riberas en un triste espectáculo de desidia ambiental.
A las 2:00 de aquella gloriosa tarde, Padilla maniobraba los navíos “Bergantín Marte” y “Navío Independiente”, definiendo la línea de fuego donde se jugaba el futuro republicano. Pero hoy, en esta nueva contienda, los bagres, manamanas y bocachicos llegan moribundos, arrastrados por los marullos tóxicos que avanzan desde cada orilla, víctimas del veneno industrial y del saqueo de los piratas de la modernidad.
A las 4:00, los cañones republicanos abrieron fuego. La escuadra de “Colombia la Grande” avanzó firme, hasta abordar la nave española San Carlos. Fue el inicio del fin del yugo colonial.
Pero ahora, bajo el espejo turbio de este Lago legendario, serpentean miles de kilómetros de tuberías petroleras averiadas, filtrando veneno sin tregua. Es el saqueo ecológico que ha convertido esta joya natural en un campo de batalla, frente al silencio cómplice y la desidia institucional.
Ha llegado el momento de recordar que nuestro Lago fue una vez espacio de lucha para la libertad, razón por la cual hay que rescatarlo, salvarlo de una muerte inminente y evitar convertirnos en cómplices de su moribundo ecosistema.
Y como dijera Alí Primera
Que molleja primo
Tan cristalino que estaba
El lago ayer
No es palafito lo que está matando
Todo lo que hay en él.
La guitarra enamorada de armando
Llorando su cocotero
Cuando en la rada se puso negro el lago
Estando azulito el cielo.
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