A un año de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, Venezuela sigue atrapada entre dos realidades paralelas: la de un pueblo que asegura haber elegido un nuevo presidente, y la de un poder que se niega a reconocer el veredicto de las urnas. En medio de una institucionalidad erosionada, una narrativa oficial opaca y una sociedad civil asediada, el país transita una tensa espera donde la esperanza, aunque golpeada, sigue en pie.
Para muchos venezolanos, el 28 julio no se olvida. La ausencia de resultados oficiales por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) no ha apagado una verdad que muchos consideran evidente: Edmundo González ganó con más de 67% de los votos, según el análisis de 85,22% de las actas, publicadas hoy día en internet gracias al esfuerzo de líderes comunitarios y la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), las cuales, están resguardas en las bóvedas del Banco Central de Panamá como medida de protección y respaldo internacional.
Ángel Fuentes López, coordinador nacional de Profesionales y Técnicos de Alianza Bravo Pueblo (ABP) y miembro activo del Comando Con Venezuela, declaró a El Nacional que esta narrativa “no solo se mantiene, sino que está más fuerte que nunca”, a pesar de que la represión estatal ha limitado la libertad de expresión de la población.

En Venezuela hay una represión más silenciosa, pero más peligrosa
Tan solo el año pasado se registraron 2.501 detenciones por motivos políticos, 33 bloqueos de sitios web, 55 ataques a medios de comunicación y 191 agresiones a periodistas y civiles. A ello se suman denuncias de torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales, según el informe más reciente de la ONG Un Mundo sin Mordaza, “Venezuela en Cifras 2024”.
Fabiola Dávila, miembro de la organización, aseguró que la represión posterior a las elecciones dejó de ser masiva y visible para convertirse en una persecución “quirúrgica, enfocada y digital”.
“La represión no se redujo, se transformó. La violencia física abierta dio paso a una persecución, jurídica y digital. La detención ya no siempre es masiva, ahora es quirúrgica: amenazas, citaciones sin fundamento, vigilancia familiar, censura algorítmica. Se ‘normaliza’ la represión para que parezca menos visible, pero es más sofisticada y peligrosa”, explicó.
Además de subrayar que son los jóvenes de los sectores populares, estudiantes, trabajadores públicos y periodistas el blanco principal de hostigamiento. Aunque el Foro Penal reporta que el número de presos políticos descendió a poco más de 900, esta reducción no implica una mejora sino que responde a un patrón de “reciclaje represivo”.
“Esta reducción no representa un avance en la justicia: es parte de un patrón de reciclaje represivo o puerta giratoria, donde algunas liberaciones estratégicas coinciden con nuevas detenciones, citaciones arbitrarias y medidas cautelares que mantienen a cientos de personas bajo amenaza constante”, subrayó Dávila.
Diego Casanova, miembro del Comité por la Libertad de los Presos Políticos (Clipp), coincidió en que la liberación de algunos detenidos no ha garantizado su libertad plena.
“Aún muchos tienen medidas restrictivas, siguen siendo amenazados con nuevas detenciones. Muchos no pueden vivir tranquilos, y mucho menos rehacer sus vidas”, expresó.
Como consecuencia directa, la ciudadanía ha perdido toda confianza en el sistema electoral.
“Los ciudadanos creen que participar en elecciones con las reglas de juego del Consejo Nacional Electoral no lleva a la solución de la crisis política del país, lo que desestimula la participación en estos procesos”, afirmó el politólogo Abilio Gómez en entrevista con El Nacional.
A esto se suma un sentimiento de frustración creciente, en el que según Torres “muchos venezolanos empiezan a ser más incrédulos respecto al cambio político del país”. Sin embargo, destaca que “ la ciudadanía continúa aferrada a la esperanza de un cambio”.
Casanova subraya que ni la represión, ni la manipulación, ni el chantaje, ni la persecución han logrado apagar ese deseo latente de transformación.
“La única alternativa es la lucha. Mientras no tengamos justicia, la esperanza de un cambio sigue viva, eso no se apaga por más represión, por más manipulación, por más chantaje, por más persecución que exista. Ese es un deseo que sigue latente”, aseguró.

María Corina Machado: figura clave de la resistencia
En medio de este panorama, una figura se mantiene como eje central de la resistencia opositora: María Corina Machado.
Para Fuentes, su rol ha sido “monumental”, al lograr unificar a la ciudadanía y encabezar un proceso de movilización sin precedentes, incluso tras su inhabilitación “Continúa siendo símbolo de la redención de Venezuela”, dijo.
Torres coincide en que su liderazgo ha resistido con el paso del tiempo gracias a su “coraje y persistencia”, pero adviertió que el desgaste puede acelerarse si no se traduce en resultados concretos.
“La incredulidad empieza a hacer daño”, afirmó, aunque reconoció que su mensaje aún conecta emocionalmente con buena parte del país, donde muchos evitan participar en actividades políticas por temor a represalias.
Ambos destacaron que el lema de María Corina Machado, “hasta el final”, se ha convertido en consigna y promesa para miles.
“Conceptualiza la lucha en una causa existencial, entre el bien y el mal”, señaló Fuentes.
La ciudadanía entendió que ganar las elecciones solo representaba la primera parte de una estrategia de largo plazo. Lo difícil, coinciden muchos, ha sido lograr que el poder reconozca el resultado.

A un año del 28 de julio de 2024, la necesidad de un cambio real que restablezca la democracia y el respeto a la Constitución sigue siendo una exigencia de millones de venezolanos. Sin embargo, Casanova adviertió que la lucha por la libertad y la justicia no concluirá hasta que el Estado libere a todos los presos políticos y respete la dignidad de cada ciudadano.
Aunque el país no ha visto mejoras tangibles, la esperanza y la lucha por un cambio siguen siendo fuerzas vitales.
“Los ciudadanos no están resignados, están resistiendo en su rutina hasta que surja una nueva oportunidad”, afirmó Torres.
La historia de los presos políticos, sus familias y la sociedad civil continúa como un testimonio vivo de resistencia y perseverancia ante la adversidad.
“La esperanza no se ha evaporado”, indicó Fuentes. “Se ha transformado en convicción”, agregó. La convicción de que el 28 de julio de 2024 no fue una fecha más, sino un mandato popular aún pendiente de cumplimiento.
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