sábado, 5 de julio de 2025

Cómo resolver la crisis del desarrollo con financiamiento de calidad


Project Stiglitz

Las delegaciones nacionales y los expertos que se reúnen en Sevilla, España, para la 4.ª Conferencia Internacional sobre Financiamiento para el Desarrollo enfrentan una realidad preocupante: gran parte del mundo en desarrollo atraviesa una crisis profunda y multifacética. Problemas graves como el hambre, las enfermedades, la fragilidad económica, la vulnerabilidad climática, los sistemas educativos sin financiamiento adecuado, la infraestructura deficiente y el desempleo persistente siguen presentes, no por falta de soluciones, sino por falta de voluntad política y solidaridad humana básica.

El primer paso para abordar estos desafíos es resolver la crisis de deuda que ha paralizado a muchos países de ingresos bajos y medianos. Aunque el estrés de la deuda afecta a los países en desarrollo en todo el mundo, sus efectos son más agudos en África, una región que dará forma a la economía global durante décadas. Con la proporción de jóvenes africanos en la población mundial proyectada a aumentar del 23% actual al 35% en 2050, la falta de inversión hoy no solo socavará el desarrollo en el continente; también pondrá en peligro la estabilidad en otras partes del mundo.

Este fracaso persistente se debe a varias características estructurales del sistema financiero internacional. El dinero tiende a entrar en los países en desarrollo durante los auges globales y a salir durante las crisis. En las economías avanzadas, el patrón es el inverso: el capital fluye hacia ellas en tiempos de crisis. Así, el sistema refuerza las desigualdades globales, reduciendo el riesgo percibido de los países ricos y las tasas de interés que pagan sus gobiernos y empresas.

Al mismo tiempo, los países en desarrollo sufren una falta crónica de inversión en innovación, educación e infraestructura. Los ciclos de crecimiento se ven interrumpidos repetidamente por crisis y medidas de austeridad, lo que desencadena un círculo vicioso de estancamiento y debilitamiento de la capacidad estatal. Además, los esfuerzos para financiar instituciones públicas y promover el desarrollo suelen verse socavados por flujos financieros ilícitos, evasión fiscal, subimposición de las ganancias de las multinacionales, extracción injusta de recursos naturales y repatriación masiva de dividendos. Mientras tanto, las élites nacionales históricamente han fallado en construir instituciones más fuertes, han permitido la proliferación de prácticas de captura de rentas y se han resistido a reformas que promoverían la rendición de cuentas y la resiliencia.

Para ayudar a romper este ciclo, especialmente en lo que respecta a la deuda, nosotros —junto con más de 30 economistas y expertos legales— contribuimos al Informe Jubilee, encargado por el fallecido papa Francisco y recientemente publicado por el Vaticano. El informe ofrece una hoja de ruta para abordar la actual crisis de deuda y desarrollo y, de forma crucial, para prevenir futuras crisis. Aunque hace un llamado a reformas coordinadas en instituciones multilaterales, jurisdicciones soberanas y gobiernos nacionales, su mensaje central es simple: si los países pobres y en desarrollo desean transformar sus economías y alcanzar sus metas de desarrollo, necesitan acceso a financiamiento de alta calidad.

Lograr esto requiere tres sistemas interconectados:

  1. Un marco eficaz para enfrentar crisis de deuda soberana.
    El sistema actual no está funcionando, y los intentos recientes para mejorarlo han sido claramente insuficientes. Por ejemplo, el Marco Común para el Tratamiento de la Deuda, lanzado durante la pandemia de COVID-19, intentó mejorar la coordinación entre acreedores, pero no creó incentivos suficientes para reestructuraciones oportunas. Como resultado, desde 2022, los flujos netos de capital privado hacia países de ingresos bajos y medianos se han vuelto negativos, incluso cuando las instituciones financieras internacionales continuaron desembolsando fondos. En lugar de apoyar la recuperación económica, los nuevos fondos se redirigen al pago de acreedores privados —a menudo con altos intereses—, lo que significa que los contribuyentes del mundo han financiado un rescate para prestamistas privados, mientras que los países en crisis han tenido que recortar gastos en servicios esenciales. Este ciclo cruel es completamente evitable. No debería ser tan fácil para acreedores y deudores privados evitar la reestructuración de deudas.
  2. Financiamiento a largo plazo y accesible para el desarrollo.
    La deuda no es intrínsecamente mala. De hecho, el crédito sostenible —planificado y usado correctamente— puede impulsar el desarrollo de infraestructura y la transformación económica en general. El sistema global debe cambiar los flujos especulativos de corto plazo por financiamiento productivo de largo plazo que apoye un desarrollo amplio y duradero. Esto implica movilizar más y mejor financiamiento concesional y préstamos de bancos multilaterales de desarrollo para países de bajos ingresos, así como fortalecer la movilización de recursos internos y el desarrollo de mercados de capital en moneda local. Pero incluso si se implementaran todas las reformas necesarias hoy, pasarán décadas antes de que muchos países de bajos ingresos puedan satisfacer sus necesidades de financiamiento internamente. Para ellos, el acceso al crédito seguirá siendo fundamental.
  3. Un costo del capital más justo.
    Los mercados y las agencias calificadoras de riesgo tienden a exagerar los riesgos que enfrentan los países africanos y otras economías en desarrollo, lo que resulta en tasas de interés mucho más altas de lo necesario para compensar el riesgo real de impago, y mucho menos el de pago tardío. De hecho, según un análisis de Moody’s, los países africanos tienen las tasas más bajas de impago en préstamos para infraestructura: apenas 1,9%, en comparación con el 12,4% en Europa del Este y el 10,1% en América Latina. Sin embargo, enfrentan costos de endeudamiento injustificadamente altos, basados en percepciones de riesgo que generan profecías autocumplidas, ya que los altos intereses provocan más incumplimientos.

Hoy, los países más poderosos siguen siendo reacios a aumentar sus contribuciones al financiamiento multilateral. Esta vacilación debilita la estabilidad económica, social y política mundial. No obstante, aún se puede lograr mucho con un mejor uso de los recursos existentes; asegurando que los fondos de instituciones financieras internacionales respalden el desarrollo y la recuperación, en lugar de funcionar como rescates implícitos para acreedores privados; y adoptando políticas globales que promuevan reestructuraciones de deuda más oportunas e integrales para restaurar la sostenibilidad.

Los beneficios serían significativos
Un análisis próximo del Centro Africano para la Transformación Económica muestra que reducir el servicio de la deuda al 5% de los ingresos gubernamentales permitiría a Egipto brindar agua potable a toda su población, a Senegal mejorar el saneamiento para 300.000 personas, a Etiopía matricular a 340.000 niños más en la escuela primaria, y a Angola salvar la vida de más de 10.000 niños menores de cinco años.

El desarrollo siempre implica riesgo. Un sistema financiero justo distribuiría ese riesgo de manera eficiente y equitativa, asignando la carga a quienes están en mejor posición para soportarla. El sistema actual hace lo contrario. Reformarlo es un paso necesario hacia un futuro global más estable, próspero y justo.

Martín Guzmán, exministro de Economía de Argentina, es profesor en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia.

Mavis Owusu-Gyamfi es presidenta y directora ejecutiva del Centro Africano para la Transformación Económica (African Center for Economic Transformation, ACET).

Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía y profesor universitario en la Universidad de Columbia, fue economista jefe del Banco Mundial (1997-2000), presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente de Estados Unidos, copresidente de la Comisión de Alto Nivel sobre los Precios del Carbono, y autor principal del Informe de Evaluación Climática del IPCC de 1995. Actualmente es copresidente de la Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Corporativa Internacional y autor, más recientemente, de The Road to Freedom: Economics and the Good Society (W. W. Norton & Company, Allen Lane, 2024).

Copyright: Project Syndicate, 2025.

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