sábado, 1 de marzo de 2025

José Gregorio y la esperanza Por David Uzcátegui

La canonización de nuestro beato José Gregorio Hernández constituye un hito de enorme trascendencia para Venezuela. Más allá de su significado religioso, representa un rayo de esperanza en un país marcado por crisis económica, migración forzada y dificultades sociales. Su declaración como santo es un reconocimiento no solo a su vida de entrega y fe, sino también al profundo arraigo que su figura tiene en el corazón del pueblo venezolano.

El médico santo José Gregorio Hernández, nacido el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, el pequeño pueblo en el estado Trujillo, demostró desde joven una vocación inquebrantable por la ciencia y la fe. Se graduó de médico en la Universidad Central de Venezuela y perfeccionó sus conocimientos en París, trayendo al país avances médicos que revolucionaron la enseñanza y la práctica de la medicina en Venezuela, no solo como médico, sino como docente y pionero en la enseñanza de la bacteriología y la histología en Venezuela. Su trabajo ayudó a modernizar la medicina en el país.

Pero más allá de sus logros académicos y profesionales, lo que lo convirtió en una figura venerada fue su caridad inagotable. Su consultorio fue un refugio para los más necesitados, a quienes atendía sin cobrarles un centavo y, en muchas ocasiones, proporcionándoles medicamentos de su propio bolsillo. Esta entrega absoluta por el prójimo lo llevó a ser reconocido como el «médico de los pobres».

El 29 de junio de 1919, a los 54 años, falleció en Caracas tras ser atropellado por un automóvil. Su muerte conmocionó al país, pero fue solo el inicio de una devoción popular que, con los años, trascendió las fronteras venezolanas.

Desde su muerte, miles de fieles comenzaron a atribuirle milagros al Santo del Pueblo, especialmente curaciones inexplicables para la ciencia. Su beatificación, anunciada por el Papa Francisco en 2020, fue recibida con alegría por millones de venezolanos dentro y fuera del país. Ahora, con su canonización, José Gregorio Hernández se convierte oficialmente en el primer santo venezolano, un hecho histórico que reafirma su lugar en la identidad nacional y religiosa de Venezuela.

La canonización no es solo un reconocimiento eclesiástico; es la confirmación de lo que el pueblo ya sabía: José Gregorio Hernández es un santo. La fe en él trasciende generaciones y clases sociales. En los barrios de las grandes ciudades, en los más lejanos caseríos, en los hospitales y en los más diversos hogares, su imagen acompaña a los venezolanos en su vida cotidiana. Su legado de servicio y compasión sigue vivo en quienes buscan aliviar el sufrimiento ajeno.

La canonización de José Gregorio Hernández llega en un momento crítico para Venezuela. En medio de una situación que ha llevado a millones de ciudadanos a emigrar, su figura cobra un significado aún más profundo. Es un recordatorio de que la solidaridad, la fe y el compromiso con el bienestar común pueden ser un faro en la oscuridad.

En un país dividido por lo político y lo económico, su legado de unidad y servicio es una enseñanza urgente. José Gregorio no discriminó entre ricos y pobres, entre creyentes y no creyentes, entre opositores y oficialistas. Su amor por la humanidad fue universal, y su ejemplo puede servir para inspirar un nuevo camino de reconciliación nacional.

La canonización también es un evento que fortalece la fe del pueblo. En tiempos de desesperanza, encontrar en la espiritualidad un refugio y una guía puede ser vital. La Iglesia católica en Venezuela, golpeada por la crisis del país y el declive de la religiosidad tradicional, recibe con este hecho un renovado impulso para su labor pastoral y social.

A pesar de la oficialización de su santidad por parte del Vaticano, José Gregorio ya era santo en el corazón de los venezolanos. Su imagen está en altares improvisados en miles de hogares, en capillas de hospitales y en santuarios construidos con devoción popular. Su culto ha cruzado las fronteras, extendiéndose por América Latina y entre la vasta diáspora venezolana que encuentra en él un vínculo con su tierra natal.

La canonización oficial es también un reconocimiento a la fe inquebrantable de un pueblo que ha mantenido viva su memoria por más de un siglo. Ahora, Venezuela tiene su primer santo, pero más allá de los títulos eclesiásticos, su ejemplo seguirá siendo una guía para todos los venezolanos que creen en un mundo mejor, más justo y más humano. La bondad y la entrega al prójimo son hechos que trascienden religiones.

Con José Gregorio Hernández, Venezuela recibe un nuevo símbolo de fe y esperanza. En un momento en que el país necesita más que nunca una inspiración moral, su legado nos recuerda que la compasión, la solidaridad y la entrega por el prójimo son los verdaderos caminos hacia la grandeza.

EL NACIONAL.

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