viernes, 28 de febrero de 2025

Trump y las seis recetas bolivarianas para cocinar el populismo autoritario


Había una vez un país con una democracia imperfecta, pero funcional. Un país con problemas de corrupción, ineficiencia en el gobierno, inequidad. En ese país emergió un líder carismático y populista, un hombre fuerte que ofrecía ruptura con el establishment y venir “a poner orden”.

¿Todavía no adivina? Más pistas. Había comandado una revuelta contra las instituciones del Estado y debilitado la separación de poderes, sin importarle a sus electores.

Última pista. Era un gran comunicador político y su verbo simple, agresivo y rupturista convencía a las audiencias, pues definía con claridad y sencillez dónde estaban los culpables del malestar que impregnaba a la sociedad. ¿De qué país hablamos y quién es el líder carismático?

El contexto de actualidad señala a Estados Unidos y a su presidente, Donald Trump. Pero podríamos estar hablando de la Venezuela de Hugo Chávez. Ambos casos se ajustan a las descripciones anteriores y comparten un común denominador: el populismo autoritario. Y lo más llamativo es que, a pesar de la distancia ideológica, tanto uno como otro repiten ciertos patrones en su estrategia y acción política.

¿Qué es el populismo autoritario?

El populismo autoritario es un fenómeno político que combina elementos del populismo clásico con una tendencia a la concentración del poder y el debilitamiento de las instituciones democráticas. En términos generales, los líderes populistas autoritarios se presentan como los únicos capaces de representar la voluntad del pueblo, mientras deslegitiman a sus opositores y a las estructuras tradicionales del poder.

Este modelo político no es nuevo, pero en las últimas décadas han ganado relevancia con figuras como Hugo Chávez en Venezuela y Donald Trump en Estados Unidos. Ambos líderes, aunque provenientes de contextos radicalmente distintos, comparten estrategias y discursos similares que los posicionan como protagonistas de este fenómeno global.

Chávez y Trump en seis patrones

A primera vista, Chávez y Trump parecen personajes opuestos. Chávez, un militar de izquierdas con una retórica revolucionaria. Trump, un magnate inmobiliario de derechas con un discurso nacionalista. Sin embargo, al analizar sus estrategias políticas, encontramos al menos seis patrones en común.

1. El caos por diseño

Chavez y Trump saturaron e intoxicaron la discusión pública. Al punto de resultar extenuante seguir el ritmo de los cambios. Los frentes abiertos en simultáneo son muchos y la sensación de vértigo puede ser agobiante. La noticia es que todo ello es intencional.

Quizás la mejor explicación de esta táctica la diera Steve Banon en 2016, cuando era asesor de Donald Trump: “El partido de la oposición son los medios de comunicación. Y los medios de comunicación sólo pueden centrarse en una cosa a la vez. Todo lo que tenemos que hacer es inundar la zona” (flood the zone, en inglés).

Al incidir en unos temas y silenciar otros, los medios fijan los asuntos sobre los que hay que debatir. Es parte de la teoría de agenda, pero ocurre que cuando la “zona está inundada” el debate público se satura y lo que impera es la desorientación y la intoxicación.

2. Construcción de un enemigo común

Tanto Chávez como Trump cimentaron su liderazgo en la identificación de un enemigo común. El primero definió su lucha contra “el imperialismo yanqui”, la oligarquía y la burguesía venezolana. Trump, por su parte, estableció a los inmigrantes, los medios de comunicación y el “Estado profundo” como sus adversarios. Ambos utilizaron la polarización afectiva como herramienta para movilizar a sus bases y consolidar su poder.

3. El culto a la personalidad y el liderazgo carismático

Los populistas autoritarios dependen en gran medida de su imagen personal. Chávez monopolizaba la comunicación a partir de su programa Aló Presidente, donde establecía una relación directa con el pueblo y minimizaba la importancia de los otros poderes del Estado. Fue también un tuitero pionero, desde su cuenta @chavezcandanga. Trump, con su uso magistral de su intranet Truth, la plataforma X-Twitter y sus multitudinarios mítines, también logró convertirse en la figura omnipresente de la política estadounidense.

4. Deslegitimación de las instituciones democráticas

Ambos líderes mostraron un claro desprecio por las instituciones democráticas. Chávez socavó el poder del Congreso y el Tribunal Supremo, mientras que Trump, tanto en su primera como segunda gestión, ataca sistemáticamente a los medios de comunicación, al FBI y al sistema electoral, llegando incluso a no reconocer su derrota en 2020.

Como señala recientemente Anne Applebaum, “Trump, al igual que Chávez y Orbán, buscó erosionar la estructura burocrática del Estado para reemplazarla con lealtades personales y una administración afín a su visión de poder absoluto”.

He who saves his Country does not violate any Law.

— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) February 15, 2025

5. Política económica basada en el cortoplacismo

El modelo económico de Chávez se basó en la redistribución masiva de recursos del Estado, con subsidios y programas sociales financiados por el petróleo. En el caso de Trump, el populismo económico se manifiesta en recortes de impuestos masivos y en una guerra comercial arancelaria con México, Canadá o China. A través de esta estrategia, El presidente estadounidense busca dar la impresión de que protege los intereses nacionales. Ambos enfoques, aunque distintos en ideología, ignoran las consecuencias a mediano y largo plazo.

6. Dicotomías: rural-urbana y élites-pueblo

Las dicotomías rural-urbana y élites-pueblo estuvieron claramente presentes en el chavismo en Venezuela. También en los Estados Unidos y el trumpismo. Esas “masas”, en el sentido orteguiano del término, que en Estados Unidos ganaron la elección de 2016 (la perdieron en el 2020 y la volvieron a ganar en 2024), se concentran en las áreas geográficas menos urbanas. Un territorio de crecimiento o hinterland de los Estados Unidos, que contrasta con la diversidad que caracteriza a las ciudades y, en general, se opone a los valores urbanos.

¿Inspiró Chávez a Trump?

Trump fue el alumno más aventajado del fallecido expresidente venezolano Hugo Chávez. Como él, logró convertirse en el epicentro de las campañas. Los medios les ayudaron, en gran medida, pues eran noticiosos y difíciles de ignorar. Trump y Chávez recibieron los más virulentos ataques y ambos acabaron imponiendo su agenda en las contiendas.

Podría ser una mera casualidad, producto del uso de técnicas y habilidades comunicacionales de dos políticos exitosos. A fin de cuentas, el populismo puede también ser un estilo de comunicación política orientado a ganar cobertura y espacio en medios de comunicación.

Pero podría también haber una deliberada imitación, a resultas del cuidadoso seguimiento y aprendizaje de los éxitos políticos de Chávez.

Donald Trump pudo haber tenido interés por la contienda electoral venezolana de 1998. En ella, alguien como el comandante Chávez, con una imagen de populista, buscapleitos, algo patán y provocador, le quitó a una reina de la belleza la corona presidencial que parecía asegurada. Se dice que Irene Sáez, ex Miss Universo, tenía amistad con el magnate y había ido a visitarle en plena campaña electoral.

Estela antidemocrática

El populismo autoritario deja huellas profundas en las democracias donde se instaura. En Venezuela, la erosión institucional llevó a una crisis humanitaria sin precedentes, con hiperinflación y un éxodo masivo de ciudadanos. En Estados Unidos, el trumpismo generó a partir de 2016 una crisis de confianza en el sistema democrático, culminando con eventos como el asalto al Capitolio en enero de 2021. Su segundo capítulo está en pleno desarrollo.

La persistencia del populismo autoritario en distintas latitudes muestra que no es un fenómeno exclusivo de izquierda o derecha, sino una dinámica de poder que explota el descontento social y las fallas estructurales de las democracias. En ambos casos, el denominador común es la promesa de una solución fácil a problemas complejos, con un líder fuerte que desafía el sistema establecido.

Lecciones que se repiten

En definitiva, el populismo autoritario es un desafío para las democracias contemporáneas. Si bien es efectivo para movilizar masas y capitalizar el descontento ciudadano, sus efectos a largo plazo suelen ser perjudiciales para la estabilidad institucional y el respeto al Estado de derecho. Para contrarrestar este fenómeno, es fundamental fortalecer la educación política, promover instituciones democráticas resilientes y fomentar un debate público sereno y alejado de la retórica polarizante. La lección que nos dejan Chávez y Trump es clara: cuando una sociedad otorga demasiado poder a un solo líder en nombre del “pueblo”, el riesgo de debilitar la democracia se vuelve inminente.

El populismo autoritario no es una historia nueva, sino un cuento repetido. La pregunta es si aprenderemos la lección a tiempo.

Carmen Beatriz Fernández, Profesora de Comunicación Política en la UNAV, el IESA y Pforzheim, Universidad de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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