domingo, 22 de diciembre de 2024

La respuesta de los cubanos a la marcha oficialista contra Estados Unidos “que vaya el Sandro” el nieto de Fidel Castro


Calles vacías, cola en la única gasolinera abierta y acarreados en vehículos estatales, es el ambiente en La Habana horas antes del desfile.

Si me preguntas vas al desfile yo te respondo: que vaya el Sandro, que vaya el Sandro. El estribillo, letra de Alian Aramis y música de Edmundo Dantés Junior, que alude a la marcha del pueblo combatiente convocada por el régimen cubano para este viernes y al miembro de la familia Castro que con menos pudor muestra su vida de lujos, ha tenido una acogida más calurosa entre los cubanos que la propia manifestación oficialista.

Convertido en challenge, las redes de usuarios dentro y fuera de la Isla se han llenado de videos donde la gente canta en playback la canción. Juan sin guagua ni luz ni agua por no ser nieto de Alejandro, repiten, refiriéndose al segundo nombre de Fidel Castro, abuelo de Sandro, quien hace unas semanas enervó a sus connacionales por celebrar su cumpleaños por todo lo alto en el Efe Bar, negocio de su propiedad en La Habana.

No solo fueron convocados trabajadores de empresas estatales de la capital, también tuvieron que asistir de otras provincias para hacer bulto como es el caso de un grupo de Sancti Spíritus, confirma una fuente desde esa ciudad. Que la gente se preste para esto me parece un descarado descomunal, por eso este pueblo tiene que tener tanto apagón y hambre, se queja.

Viaje a La Habana con merienda y almuerzo, añade. Se pasan la vida quejándose por todos los disparates de este Gobierno, pues que aguanten revolución, que es lo que hay para ellos, añade con enfado la fuente, familiar de uno de los trabajadores estatales que asistió a la convocatoria. En redes sociales, varios usuarios mostraron las caravanas de ómnibus que llegaron desde otras partes del país.

El primer bloque de la marcha parece la representación de los hospitales maternos, todos son barrigones, bromeaba desde Centro Habana una vecina que veía el comienzo de la manifestación por la televisión, en la que estuvieron presentes Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel.

El gobernante cubano, desde una tribuna deslucida adornada con una tela azul a unos metros de la sede de la Embajada de EE UU en La Habana, utilizó el mismo discurso desgastado de los dirigentes cubanos: Si Estados Unidos persiste en quebrantar nuestra soberanía, nuestra independencia, nuestro socialismo, solo encontrarán rebeldía e intransigencia.

El ambiente de la capital este viernes horas antes de la marcha –la respuesta del Gobierno al mantenimiento, un año más, de Cuba en la lista estadounidense de países patrocinadores del terrorismo–, no era nada jocoso. Las calles del centro lucían más vacías de lo habitual desde temprano, a pesar de que no se habían anunciado cortes de tráfico hasta las 12 del mediodía.

En la calle Infanta, un hombre decía en voz alta, con su teléfono en la mano: Voy a apagar porque mi jefe me está quemando el móvil. Según le explicaba a su mujer, estaban presionándolo para que acudiera a la manifestación, pero no pensaba hacerlo en absoluto.

Ya tú sabes, mucha gente se reportará enferma hoy, comentaba un taxista a un colega en la enorme fila que se había formado en la gasolinera de Infanta y San Rafael, en Centro Habana. Todos los demás servicentros están cerrados por la marcha esa, informaba otro chofer.

Rumbo al lugar de la concentración, la Tribuna Antiimperialista, frente a la Embajada de EE UU, era patente el paso de vehículos con acarreados para el evento, previsto para las cuatro de la tarde. En el transcurso de unos pocos minutos, este diario pudo contar cinco guaguas, tres de tamaño turismo y dos más pequeñas.

En la imprenta de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), también en Infanta, se observaba una suerte de puesto de mando, de donde salen y entran autos y militares de alta graduación. En las inmediaciones, un camión transportaba a una docena de individuos ataviados con pulóveres rojos con consignas inscritas.

La mañana de este viernes, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el mandatario Miguel Díaz-Canel había explicado sobre el desfile: No marcharemos contra el pueblo de Estados Unidos, que nos ha mostrado afecto y solidaridad más de una vez. Marcharemos para exigir que cese el bloqueo y nos saquen de la lista espuria y absurda de países que patrocinan el terrorismo. Marcharemos para celebrar libres y soberanos, tan dignamente, el 66 aniversario del triunfo de la Revolución cubana. Si atravesamos tantos vendavales bajo los tiros sin rendirnos, es porque seguimos siendo mejores que nuestro enemigo. Y cuando digo enemigo, no hablo solo del imperio que nos bloquea y persigue; hablo también de lo que puede frenarnos, paralizarnos por dentro.

En su discurso, que clausuraba las jornadas del cuarto período de sesiones ordinarias del Parlamento que han puesto de manifiesto la debacle del país en el último año, volvió a hablar de los obstáculos que se nos han impuesto y la injusticia predominante en las relaciones económicas internacionales.

Después de saludar a Raúl Castro, también presente en el Parlamento –nos acompaña hoy con su legendaria energía como lo reconocen sus combatientes queridos, dijo Díaz-Canel–, expresó cuál era su mayor sueño: Llegar un día a esta Asamblea y anunciar que nos han levantado el bloqueo, las 243 medidas adicionales, y que salimos de la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo, donde jamás debimos estar.

14 y Medio

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