sábado, 25 de abril de 2020

Bienvenida ‘la grieta’ en Argentina Por Hugo Alconada Mon

Al centro, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, el 16 de abrilCredit...Agustin Marcarian/Reuters

Fue una linda imagen mientras duró. Pero duró poco. La “grieta” política que suele dividir a la Argentina pareció desaparecer ante el avance del coronavirus. Pero fue cuestión de que se presentara una oportunidad para que resurgiera con fuerza. Y acaso eso sea lo mejor para el país: ante la falta de instituciones de vigilancia, el encono de los ciudadanos podría ser lo necesario para oponer resistencia a los excesos del poder.

El término de “la grieta” se acuñó hace unos años para explicar la distancia que separaba a millones de argentinos. Comenzó para distinguir a quienes estaban a favor o en contra del kirchnerismo, pero con el correr del tiempo se expandió a algo más profundo, más ideológico, más inasible, pero presente: se traduce en disenso.

Ahora, ante el letargo de los otros poderes del Estado argentino y las instituciones de control y vigilancia, acaso deban ser los ciudadanos “agrietados” quienes presionen y exijan transparencia a los funcionarios públicos de todos los partidos políticos. La polarización, tan nociva y poco constructiva en la historia argentina, acaso sea ahora un mal necesario.

En tiempos excepcionales, los espacios para la corrupción se deben cerrar, y a falta de organismos que lo hagan, los ciudadanos debemos ser ese filtro al poder: aunque unidos ante la crisis, permanecer con un enfado crítico.

En muchos países se ha advertido de los peligros de emergencias como la que vivimos hoy: gobiernos que ensanchan sus poderes, ciudadanos atemorizados que admitimos más restricciones a nuestras garantías individuales (ya sea por afinidad al gobierno de turno o por temor a la COVID-19) y contrapesos escasos. “A medida que la gente se pone más temerosa y desesperada”, dice el pensador israelí Yuval Noah Harari, “puede sentirse tentada a confiar en líderes autocráticos”.

Ese es un peligro también en la Argentina, donde crisis anteriores sirvieron de escenario propicio para corruptelas y erosión democrática. Eso no puede suceder de nuevo.

La tregua temporal comenzó de la mano del presidente. Alberto Fernández tomó decisiones correctas en consenso con gobernadores e intendentes de su partido y opositores, y a partir de las opiniones de infectólogos y epidemiólogos antes de fijar su posición. Todo parecía marchar bien. O, al menos, de manera armoniosa. El expresidente Mauricio Macri llamó a su sucesor para expresarle su respaldo, mientras que la figura polarizante de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha permanecido fuera de escena.

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  1. La tregua temporal comenzó de la mano del presidente. Alberto Fernández tomó decisiones correctas en consenso con gobernadores e intendentes de su partido y opositores, y a partir de las opiniones de infectólogos y epidemiólogos antes de fijar su posición. Todo parecía marchar bien. O, al menos, de manera armoniosa. El expresidente Mauricio Macri llamó a su sucesor para expresarle su respaldo, mientras que la figura polarizante de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha permanecido fuera de escena.

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