Los apamates con sus flores púrpuras, contrariamente empiezan a florecer, se alejan las brisas otoñales y se intensifican la calidez de los días. Se acercan vientos de esperanzas, olorosos a lluvia soterrada con muchas ganas de irrumpir sobre la tierra impaciente, anunciando la llegada de anhelados momentos, se adelanta y empieza el invierno con su dualidad impactante. Todo cambia cuando la atmósfera se transforma y el clima se convierte en un aliado para seducir a los habitantes con premisas de contar en cada amanecer con espacios más agradecidos.
El ambiente es ideal para entender que contamos con momentos irremplazables, establecidos por un termómetro reconciliado con la historia, con altos grados de incertidumbre en una nación telúrica con una complicada situación de problemas coyunturales que cada vez más se transforman en estructurales, desde una indetenible inflación, crisis hospitalaria, delincuencia desatada, corrupción institucional, desabastecimiento, alza de precios de los alimentos de primera necesidad, censura, represión, hostigamientos a la libertad de expresión, sesgo a disentir, incapacidad gerencial, haciendo hostil cada segundo de la vida y rayando la existencia en amaneceres turbulentos y crepúsculos atemporales.
Las horas discurren subidas de vapor, el calor trepa por la sangre de los ciudadanos, buscando la salida de los conflictos, el país aprende en la calle a reclamar lo que le pertenece con la certidumbre de saber que el coraje y la buena voluntad son el impulso necesario. Por eso, por ser este período un retorno inesperado al pretérito conjugado con presente y futuro está sometido a leyes cronológicas inexorables al requerimiento de transformaciones sensatas, a entornos organizados, lógicos, densos, matemáticos, poéticos y mágicos, sobre todo urgidos de congruencia.
Moviéndose en este entorno se estaciona este verano ardiente de pasiones enfurecidas, amparadas por Dios y sus designios implacables, es imperdonable ser indiferentes. Muchos sentirán temor al riesgo. Otros, imperturbables los atrapará la nostalgia, pero los incalculables que somos infinitos en esta patria buena, estaremos aquí en el frente de batalla como lo hacen las almas nobles y guerreras, no con viejas y rancias políticas desacostumbradas y trasnochadas, perdidas en la intemporalidad. Estaremos aquí, rescatando la dignidad, alejando el desamor, derrumbando el desconcierto económico, desprendiéndonos de este acontecer de odio y pólvora. En especial, estaremos y estamos recuperando nuestra agradable disciplina de convivir en una Venezuela con categoría de territorio, legitimo, verdadero, próspero y progresista, con derecho a soñar mansamente con contextos diferentes y sin embargo entender que el mejor sueño posible, hecho realidad es vivir en Venezuela.
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