jueves, 12 de junio de 2025

Mercurio: el veneno que contamina a comunidades en Guainía, al borde de Venezuela


Actividad de una balsa minera clandestina en el río Inírida de Colombia, al borde de Venezuela. Foto: Cortesía

Elizabeth Moncada tiene el intestino irritable y su estómago se le inflama. “Cada vez se reduce más la posibilidad de comer y cada vez son más cuidados”, expresa. Redujo la sal, luego llegó la intolerancia a la lactosa y al almidón de papa, sufrió gastropatía eritematosa y le restringieron los granos, las semillas, el azúcar, los carbohidratos y los jugos. Su vista se ha deteriorado, al igual que su memoria.

Por Lina Cubillos y Simón Zapata para El Cuarto Mosquetero y CONNECTAS 

Una de las explicaciones a tantos problemas de salud es que presenta niveles de mercurio en su cuerpo superiores a los estipulados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como seguros para el ser humano. Ella hizo parte de un estudio de la Secretaría de Salud del Departamento de Guainía en 2019, pero sólo hasta 2022 le revelaron los resultados. “Duraron tres años para decirme que estaba envenenada”, exclama Elizabeth. Nacida en Bogotá, lleva 35 años en Inírida, capital de Guainía.

Los resultados de la prueba que le hicieron son contundentes: sus niveles de intoxicación superan entre cuatro y seis veces los de la OMS: 64.1 microgramos por litro en sangre (el máximo recomendado es 10 ug/L) y 8.9 microgramos por gramos en cabello (2 ug/G es el límite). El laboratorio apuntó que la concentración de mercurio “puede aparecer elevada debido al consumo de ciertos alimentos, como el pescado”.

Cuando le informaron este resultado en 2022, Elizabeth viajó a Bogotá para realizarse nuevas pruebas que dieran respuestas actualizadas. Pero además de confirmar el diagnóstico, el nuevo análisis mostró un aumento significativo en sangre: 111.38 ug/L. “Los dupliqué porque no me dijeron que el pescado estaba envenenado. Ahí fue que empezó toda mi indignación”, explica.

Elizabeth no es la única habitante de Guainía que vive con mercurio enfermando su cuerpo. En este territorio amazónico se encuentra la estrella fluvial de Inírida, donde se entrelazan tres afluentes del país que, junto con el río Ventuari en Venezuela, dan forma al gran río Orinoco, el tercero más grande del planeta. Y en los cerros de Mavicure, unas de las montañas más antiguas de Latinoamérica, persiste la minería tradicional de oro, que representa casi la única alternativa económica. La Defensoría del Pueblo alertó en un informe de 2024 que más de 5,000 personas que dependen de los ríos Inírida, Guainía y Atabapo para consumo y pesca se ven perjudicadas por la contaminación con mercurio.

El problema, si bien es histórico, está lejos de encaminarse a una solución. El Cuarto Mosquetero y CONNECTAS viajaron a la zona y comprobaron que los mineros tradicionales siguen manipulando el mercurio sin ningún tipo de control por parte del Estado, pese a que está prohibido por ley. Y que no solo a ellos los afecta, sino también a muchas personas que, como Walter Lenis, nunca trabajaron en minería ni vieron un gramo de oro.

Este habitante de Inírida sufre síntomas como calores en las piernas, los pies, los hombros, la garganta y la cabeza. “Yo sentía como si por los oídos estuviera saliendo una especie de humo”, cuenta. Recuerda que los padecimientos empezaron en 2023 y que su médico internista le diagnosticó neuropatía, basándose en los resultados de exámenes que le revelaron que tenía 87 ug/L de mercurio en sangre. Superaba casi nueve veces el valor máximo recomendado.

Lenis dejó de consumir pescado y actualmente toma tres medicamentos que le brinda el Estado, los cuales le mantienen controlado su estado de salud. Sin embargo, dice que en diciembre de 2024 hubo escasez de medicinas, lo que provocó que los síntomas reaparecieran. “Se repitió lo que no creí que podía volver a suceder tan rápido”, comenta.

Un toxicólogo en la ciudad de Cali le indicó que su afectación se debía a la inhalación del aire, el uso del agua y la alimentación en Guainía. A sus 72 años, Lenis se encuentra con el dilema de vender su casa y desplazarse, o quedarse y seguir exponiendo su salud ante el mercurio: “Esta situación me obliga a tomar la decisión de salir, porque finalmente tengo que priorizar mi vida”.

Balsas mineras en el río Inírida

El mercurio es un metal líquido que se ha utilizado durante siglos en múltiples aplicaciones, como la industrial y medicinal. Sus efectos tóxicos salieron a la luz por primera vez en Japón en los años ‘60, después de varios episodios de envenenamiento, con consecuencias como sensaciones anormales en el cuerpo, visión borrosa, sordera, alteración del estado de conciencia y hasta la muerte. “Entre 10 y 20 millones de mineros en más de 70 países se dedican a la explotación de oro artesanal y en pequeña escala, una cifra que incluye hasta 5 millones de mujeres y niños. Estas explotaciones, que a menudo no están reguladas y son inseguras, generan el 37% de la contaminación mundial por mercurio -838 toneladas al año-, una proporción mayor que cualquier otro sector”, dice un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

En Colombia, con la promulgación de la Ley 1658 de 2013, se buscó que el uso del mercurio se eliminara progresivamente, hasta que finalmente quedó prohibido en la minería desde 2018. Pero en zonas como Guainía, donde los ríos funcionan como vías de transporte y las comunidades viven de lo que les brindan estos cauces, su uso está vigente y a la vista. En este departamento viven más de 56.000 personas y la minería aurífera se practica principalmente en los ríos Atabapo, Guainía e Inírida. En este último empezó en los años ochenta, pero se consolidó en los noventa, según Leonardo Ladino, antropólogo indígena del territorio.

El viaje de El Cuarto Mosquetero y CONNECTAS se realizó a una comunidad del Resguardo Remanso – Chorro Bocón, uno de los 28 resguardos indígenas de la zona. Ubicada en el suroccidente del río Inírida, fue declarada en 1992 como la primera zona indigena minera del país por el Ministerio de Minas y Energía.

Durante el recorrido por el río Inírida, se observaron cuatro dragas flotando en la mitad del cauce. Sobre ellas había personas atentas al buzo que se encontraba bajo el agua, extrayendo el sedimento que contiene partículas de oro. Estas embarcaciones son pequeñas casetas de 8 metros de ancho por 8 de largo, el techo es de palma y hay una máquina en cada una. Tienen hamacas y varios elementos de uso personal.

Después de seis horas en lancha, las palmas de manaca se alzan entre las casas de tabla y las malocas de la comunidad de Chorro Bocón. La iglesia cristiana, en el centro del lugar, representa la occidentalización del territorio. En el polideportivo de concreto se reúnen para actos oficiales, culturales y de memoria.

Según el capitán indígena Luis Camelo Moyano, la comunidad nació en 1975 con apenas cuatro grupos nómadas dedicados a la pesca ornamental y al pescado seco. Hoy alberga a 756 personas organizadas en 234 familias. De esta población, alrededor de 400 habitantes se dedican directamente a la minería.

Un habitante de la comunidad, propietario de una balsa minera, reconoció que utiliza mercurio (conocido por ellos como “azogue”) para extraer el oro del sedimento. Aseguró que lo manejan adecuadamente: “Eso no está regado por el aire y no estamos azogando en el río”.

Según el geólogo guainiano Zezé Amaya, este proceso de “azogar” es común en la minería tradicional de la región, puesto que las partículas de oro son muy finas y difíciles de separar. Por ello se vierte el mercurio sobre el sedimento para formar una amalgama que tiene el aspecto de una masa blanca metálica que, al fundirse, libera el metal pesado en forma de vapor, quedando únicamente el oro. Angela Rivera, profesional en química, agrega que el mercurio, al entrar en contacto con el aire, puede viajar a 100 metros a la redonda: “Es un factor de riesgo que no es ni medido, ni controlado, ni monitoreado por nadie”.

El Estado prohibió su uso, pero no lo controla. La autoridad ambiental autónoma en este territorio y en los departamentos de Vaupés y Guaviare es la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA). El Secretario General de esta entidad, Oscar Arnulfo Lozano, respondió que “la falta de garantías a la seguridad de los funcionarios y contratistas, así como la dificultad para acceder a las zonas de minería ilegal, obstaculiza la labor de inspección y control” del mercurio.

Según el capitán Moyano, “los que trabajan en salud” les han advertido sobre los riesgos del uso de mercurio; sin embargo, sostiene que no ha visto “a ninguna persona que sufra” por contaminación con el metal. Ahora bien, el estudio realizado por la Gobernación de Guainía en 2019 (el último que se ha hecho por esta entidad) tomó muestras de sangre en 116 mineros, de los cuales 100 superaban el límite establecido por la OMS.

El mismo estudio evidencia que, de 500 muestras, el 67% supera los niveles permitidos en sangre. En cabello, además, la cifra asciende al 85%, y en orina alcanza el 43,2%. Los resultados sugieren “un posible riesgo de exposición ambiental en la población estudiada”.

Muestras de oro prensado.

Una comunidad que depende del oro

Para extraer un gramo de oro se requieren aproximadamente 0.5 gramos de mercurio. Pero -recalca Angela Rivera- “los mineros no tienen cómo medir eso, regularmente trabajan con el exceso y va a dar al río”. Un kilo de mercurio se vende a unos 4 millones de pesos (950 dólares), según manifestó un minero: “Normalmente, uno trae 3 o 4 kilos. Lo venden en una botella plástica, un kilo cada una, como esas de jarabe de bebés”.

La comercialización del mercurio se hace por medio de un mercado clandestino: “Todos nos conocemos, entonces uno le dice al otro: ‘Fulanito tiene’ o ‘A Fulanito se le acabó y tal día le llega’. Y como yo trabajo en el territorio venezolano, casi nunca en Colombia, los mismos militares de Venezuela nos lo venden”, aseguró el minero.

Entre octubre y abril, los mineros permanecen ocupados en la actividad extractiva, lo que deja a la comunidad de Chorro Bocón en una especie de letargo que refleja su fuerte dependencia del oro. Las largas distancias fluviales también contribuyen a esta situación, pues limitan las alternativas económicas, a pesar de las consecuencias que implica estar expuestos al mercurio en las largas jornadas de trabajo minero.

El capitán Camelo reconoce que las medidas tomadas por las autoridades hacen parte de cuidar el ambiente. Sin embargo, manifiesta que la dedicación de la comunidad a la minería “es porque las necesidades nos obligan”, además de que “hay familias que están interesadas en enviar a sus hijos a la universidad”. En la misma línea, los mineros entrevistados mencionaron sentir estigmatización y persecución por parte de las autoridades locales y nacionales, aún cuando las garantías para el no uso del mercurio o la reconversión laboral no han sido efectivas.

Un caso donde se ha logrado la reconversión laboral es el de Rebeca Durante, del resguardo indígena El Venado. Ella, junto a su familia, dejó atrás la minería y ahora trabaja como guía turística en los cerros de Mavicure. Sin embargo, como señala el geólogo Amaya, en los departamentos amazónicos ninguna actividad económica es sostenible por sí sola, por lo que se requiere de proyectos con respaldo estatal y políticas públicas adecuadas.

Además, sostiene que hay métodos que no utilizan mercurio para extraer el oro, pero resultan costosos para los mineros por lo que más que estigmatizar o prohibir la actividad minera, el Estado debe mitigar los impactos mediante la formalización ya que esta “implica beneficios para el gobierno como las regalías, reconocer quién es el responsable del impacto ambiental y social. Conociendo el territorio hay que aceptar que el oro no lo van a dejar de explotar, para mí esa es una realidad, pero que la reconversión laboral sea una política acompañamiento, formalizarlos y transformarles la tecnología actual, enseñarles sobre impactos sociales y ambientales, volverlos a ellos agricultores u operadores turísticos”.

Violeta María Aguilar, directora de Formalización Minera del Ministerio de Minas y Energía, aseguró que hay proyectos en ejecución a nivel nacional para la eliminación del mercurio. Informó además la proyección de un plan de acción para mitigar los impactos ambientales y culturales de la minería ilícita o no autorizada junto a la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas. “En la comunidad de El Remanso – Guainía se ha iniciado el trabajo para fomentar buenas prácticas mineras y la reconversión productiva con un enfoque cultural propio”, aseguró la funcionaria.

Lo cierto es que dentro del mismo resguardo hay otras comunidades, como Chorro Bocón, en donde persiste la minería aurífera.

Muestra de mercurio, usado para la minería ilegal.
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