Nunca se imaginó Jack Ma, en octubre de 2020, que cuatro años más tarde estaría plácidamente sentado frente a Xi Jinping en un foro público en el Palacio del Pueblo encaminado a inyectar confianza en el empresariado chino.
Ma, el hombre más rico de China para ese momento, había protagonizado un serio enfrentamiento con las autoridades y había ácidamente criticado en un discurso la política regulatoria de Pekín, luego que una Oferta Pública de Acciones de su empresa AliPay fuera paralizada por órdenes gubernamentales.
El ejercicio de frontalidad del empresario le valió una multa de 2,8 billones de dólares. Su empresa Ant Group fue entonces forzada a reestructurarse y dividirse en múltiples negocios para atender así los requerimientos de la ley antimonopolios.
Xi resolvió pasar la página sobre ese desaguisado que causó enorme malestar dentro de los empresarios y ocupó muchos centímetros en la prensa del mundo y así fue como, la semana pasada, el Presidente convocó a los lideres del sector empresarial a un encuentro de muy alto nivel claramente encaminado a asegurarles que en China pueden contar con la protección de las autoridades y del marco legal puesto a punto para ello. Todo ello frente a Ma, a quien le tocó desaparecer de la vida pública a partir del episodio de su desencuentro con Xi y la penalización a que hicimos referencia.
En esta ocasión y de viva voz, Xi aseguró que el gobierno y el partido consideran que los hombres de negocios e inversionistas “deben hacerse ricos primero para luego promover la prosperidad común. Este reacomodo conceptual dentro del modelo de gobierno obedece a que la terca realidad de hoy, mucho más que en el pasado, obliga a las autoridades a asumir que sin el empresariado chino no es posible enderezar el ritmo de desaceleración que lleva su gigantesca economía.
Lo que se viene demostrando es que la mayor parte del crecimiento chino lo aporta su sector privado, de allí que la “modernización de estilo chino” que Xi proclama pueda solo puede implantarse con una activa participación y sostén de la iniciativa empresarial. Ocurre que las empresas privadas están contribuyendo, a esta fecha, con más del 50% de los ingresos tributarios, más del 60% del producto interno y tres cuartas partes de la innovación tecnológica.
No es de parte las empresas estatales tampoco de donde provienen hoy las innovaciones tecnológicas que plantea imperativamente la competencia con los Estados Unidos y esta es una realidad dolorosa para los estrategas gubernamentales en Pekín. Xi llega algo tarde en este acercamiento obligado con factores claves del medio de los negocios para tratar de insuflarles confianza. Hay plena conciencia entre ellos de que están frente a un desesperado llamado a la solidaridad y no otra cosa.
Representantes del más alto nivel de Huawei, BYD, CATL y la novedosa DeepSeek, además de Alibaba, se encontraban entre los asistentes y a todos se les pidió confianza en el modelo de mercado chino. Mientras tanto un rehabilitado Jack Ma aplaudía. Para los gigantes allí presentes es claro que el advenimiento de Donald Trump al poder de la primera potencia pone a prueba a todo el sector tecnológico chino, antes incluso de que se haya decretado una batalla arancelaria.
Para enfrentar los nuevos desafíos Xi no tiene mas camino que contar con un sólido respaldo de todos estos. Pero aun frente a esta lapidaria realidad, el timonel no puedo evitar recordarles a las corporaciones invitadas que las desviaciones legales en el sector empresarial en China son perseguidas y severamente castigadas.
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