Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Diálogo y negociación, ¿instrumento o arma? Por Javier Contreras

La complejidad de la situación política en Venezuela se expresa y se siente en la cotidianidad, en la rudeza del día a día. También se manifiesta en la interpretación que se le da a un hecho determinado, en la forma de comprender, y por tanto, utilizar o no, los espacios y las alternativas de las que se pueden disponer de cara a establecer canales para la hipotética construcción de soluciones.

El encuentro entre representantes del gobierno y de la oposición, que tuvo lugar hace una semana en República Dominicana, centra hoy parte importante de la discusión respecto a Venezuela, dentro y fuera del país. Defensores y detractores de la iniciativa, optimistas y escépticos frente al futuro de este nuevo intento, todos levantan la voz para dar su opinión que, al mejor estilo de una sentencia, parece una conclusión irrebatible.

Pensar en diálogo es pensar en un mecanismo civilizado distinto a la imposición de la fuerza como criterio; buscar negociar es intentar superar la confrontación violenta como medio para dirimir profundas diferencias. Dicho de otro modo, dialogar es rasgo de modernidad y negociar es un componente de la política hecha con cabeza y no con víscera. Ahora bien, si no existe claridad en torno a qué es realmente el diálogo y la negociación, cualquier emprendimiento, sin excepción, aunque revestido de ese nombre, no dará los frutos que la inmensa mayoría de los venezolanos estamos deseando.

Si quienes participan en los acercamientos lo hacen esperando la “rendición incondicional” de la contraparte, el fracaso está cantado. Si el manejo comunicacional de las distintas etapas del proceso se hace con la intención de tener una “as bajo la manga”, para perjudicar al interlocutor en cuanto así lo considere uno de los involucrados, el resultado no será positivo; incluso puede ahondar la pugnacidad.

Otro aspecto de capital importancia es fijar la mirada en el país, tener como punto de discusión aquello que, ante la dureza de la realidad, se torna prioritario para la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Ese ha de ser el punto de partida, y en el trayecto se deben discutir otros temas que si bien es cierto son muy relevantes, no adquieren la etiqueta de urgentes.

También hay que destacar que el diálogo no es sinónimo de estancamiento de otras dinámicas de la vida política nacional. En este caso puntual, sirva de ejemplo el próximo proceso electoral en el país. Que se estén dando reuniones entre gobierno y oposición no significa que se le reste importancia a los comicios regionales; quien lo plantee de esa manera parece no estar captando la globalidad de lo que un proceso de negociación supone.

No resulta conveniente atacar al diálogo como horizonte, como mecanismo que ha de privar, tarde o temprano, en la tan necesaria transición política venezolana. En eso debe reflexionar una parte de la población que denigra, reactivamente, cualquier propuesta en esta dirección.

Menos conveniente resulta la actitud de los representantes del gobierno nacional, principales responsables, por la naturaleza de sus funciones, de garantizar la convivencia nacional y el desarrollo del país, así como salvaguardar el respeto al cumplimiento de los derechos humanos, quienes utilizan el llamado a diálogo sin mostrar reales señales de voluntad política para atender los graves problemas de la población.

Hasta que no se entienda que el diálogo y la negociación son instrumentos que requieren compromiso, y se pretenda seguir haciendo uso de ellos como un arma en contra de los adversarios, continuaremos inventariando frustraciones colectivas. Es vital que esas frustraciones no se conviertan en caldo de cultivo para la intolerancia, actitud en la que solamente triunfa la arbitrariedad de quien concibe el poder como la imposición a través de la fuerza.

http://revistasic.gumilla.org/

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