Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

viernes, 2 de diciembre de 2016

El legado, por Julio Portillo

Nadie puede tapar el sol con un dedo. Fidel Castro marca la historia latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI. Cuba era en 1959 el país más próspero de América Latina con índices de crecimiento mayores que algunos países de Europa y Asia.

La vida y las acciones de un hombre público no pueden ser juzgadas atendiendo solo a las buenas intenciones de su primera aparición. Se necesita considerar el ejercicio. El problema del líder que encarna un poder personal, es no entender su papel transitorio. Al creerse imprescindible, pensar que lo sabe todo se convierte en dictador. Es el caso de Fidel. Se adueñó del gobierno y de la nación cubana y se convirtió en un feudal de esa isla. En el balance de vida, pesan más los aspectos negativos que su carisma, la calificación de revolución a su gobierno. Le impuso al pueblo su odio personal contra los EE.UU. Su apoyo a los movimientos guerrilleros de Venezuela, Colombia, Bolivia, Perú, los países centroamericanos, dejaron centenares de muertos y ninguno por la vía de las armas llegó al poder. El envío de tropas cubanas a África fue un estruendoso fracaso y costó vidas. Su acercamiento con los líderes de Jamaica y Guyana, Michael Manley y Forber Burhan, no fue buena para estos. Fue acabando con sus compañeros líderes de la Sierra Maestra, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara enviado a Bolivia sin un verdadero apoyo logístico. Su visita a Chile –casi un mes– como jefe de Estado, apuró el derrocamiento de Salvador Allende. Mal le salieron sus cálculos para apoderarse de la Isla de Grenada en tiempos de Maurice Bishop. Al pueblo cubano lo dividió, aplicó juicios sumarios con su paredón, envió al exilio miles de compatriotas, mantuvo en las rejas centenares de presos políticos. Cuba que era “la azucarera del mundo” la arruinó y la vendió a la Unión Soviética, con la que estuvo a punto de provocar con la crisis de los misiles una conflagración mundial. Le impuso un régimen comunista de partido único y acabó con la democracia, persiguió a los cristianos y le abrió campo al ateísmo y a la santería.

Uno de los mayores males se lo hizo a Venezuela, con la que estuvo obsesionado después de la entrevista con Betancourt en enero de 1959 y la derrota sufrida por las tropas cubanas en Machurucuto, a manos del ejército venezolano. Quiso adueñarse de la patria de Bolívar y ponerla de rodillas. Con Chávez y Maduro a su servicio destrozó la economía venezolana y mantuvo su gobierno a flote tras la caída de la URSS. A los que alzan su voz para defender a Castro habría que preguntarles si los nombrados logros en educación y salud en Cuba, compensan el inmenso mal que hizo. Y hay que recordarles aquello de que “Cuando el herrero no da en el clavo, es un errero”. Fidel perseveró en el error.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario